sábado, 22 de julio de 2023

Levantar anclas, quemar algunas naves...


"Mi corazón anclado a la tormenta es como un barco que va cargado de agua.
Sin más tesoro que la suerte incierta que gobierna su lento navegar."

—Santiago Auserón, Juan Perro, El Barco de agua


Hay algunos barcos anclados en la bahía. Barcos cargueros. Han estado allí desde que llegué, quizás más tiempo. Imagino que estarán esperando turno para entrar a puerto y cargar su carga o algo así.

¿Cuánto costará que un barco carguero esté anclado? Supongo que por el simple hecho de estar allí, sin hacer nada, es decir, sin estar navegando cargando un montón de mercancía, debe estar generando gastos. Por la noche se ven iluminados, luego entonces están consumiendo energía eléctrica. La tripulación que está dentro seguramente consume comida y agua. En fin.

Supongo que los cargueros con todo y su tripulación se toman mejor que yo el estar en un momento de desconexión.

La última vez que escribí algo en este espacio fue en marzo de 2020. Cuando aún esperaba que la recién iniciada pandemia terminara en un par de semanas. En este lapso han pasado un montón de cosas, demasiadas como para enumerarlas aquí ahora.

Ese momento ya es lejano y hoy no soy el mismo que hace algunos días, qué decir de hace tres años...

Solo sé que ya es hora de continuar escribiendo.

Mis amigos arrabaleros, que me escuchan cada sábado y que me han brindado una paciencia inmerecida cada vez que paso tiempo sin hacer mi programa deben saber algo que no les he compartido a muchos de ellos. Tengo cerca de un par de meses dedicándome a conducir para una plataforma de viajes que empieza con U y termina con uber. Las circunstancias exigían que encontrara una manera de tener algo de flujo diario de efectivo y esta actividad me lo ha brindado. Logré detener la caída pero aún estoy tratando de levantar el vuelo. Me ha ayudado mucho aunque es algo incompatible con el Arrabal. Termino cansado y al día siguiente salgo a ruletear. Espero que pronto llegue el momento en que pueda dejar de hacerlo así. 

Eso sí, ha resultado divertido.

En este tiempo se me han subido (al carro) gringos, pochos, españoles, franceses, alemanes, hindúes, brasileros, ecuatorianos, guatemaltecos, cubanos, venezolanos, una caribeña de país sin precisar, regios, chilangos, shihuahuenses, colimenses, queretanos, un cabrón que se las dio de diputado, varias locas, algunas reinas del barrio, un par de entes que no pude saber qué diablos eran... he tenido oportunidad de practicar mi inglés más veces y con mayor éxito en este tiempo que en todos los años que he sido programador, implementador de sistemas y empresario.

Voy coleccionando historias y anécdotas.

Mis amigos me han dicho que cargue con mi libretita para anotar lo que salga. Algunos otros me han sugerido que haga notas de voz. He considerado ambas opciones, desde luego, pero no resulta tan sencillo detenerse a tomar notas cuando ya tienes que ir por el siguiente pasaje que espera que lo hagas con prontitud. El temor por que las historias pierdan la frescura en la mente prevalece y me da ese sentido de urgencia por escribir que espero aprovechar.

Muchos de esos amigos que me escuchan saben que también soy escritor, aunque también saben que tengo tiempo sin escribir. Creo que por el momento les debo al menos el retomar la pluma y sacar algunas líneas con mi mejor empeño.

Mi maestro don Diego Moreno ha estado muy al pendiente de mí. Lo veré en octubre cuando coincidamos en Guadalajara. No puedo llegar a verlo con las manos ni las cuartillas vacías. 

Tuvo a bien enviarme algunas líneas en las que comparte gentilmente conmigo parte de su experiencia. Ha tenido la oportunidad de coincidir con algunos grandes (me puse a reflexionar y he caído en la cuenta de que yo también, guardando las proporciones, claro). Me daré el gusto de copiar para ustedes un par de párrafos de él:

Te paso el mismo consejo que me dio Pablo Neruda cuando hace media vida lo conocí en un recital suyo en Río de Janeiro, Brasil. Gracias a que mi amigo Enrique Valdovinos Copel (la oveja negra de los Copel. Era poeta, pianista, bohemio, entonces de unos 50 años) lo conocía personalmente, y me lo presentó. Anduve con ellos dos días. Al despedirse de nosotros, porque iba de camino a Paris a asumir la Embajada de Chile en Francia, me atreví a preguntarle "Maestro, quiero ser escritor. ¿Qué hago?" Se me quedó viendo con su mirada de dinosaurio y me dijo secamente "Escribe"

Me quedo con la frase "la oveja negra de los Copel". Me recuerda al patito feo. Nadie se acuerda de sus hermanitos que eran todos blanquitos y bonitos.

Este año cumpliré 50 años, y en pocas palabras, creo que quiero lograr construir una mejor versión de mí mismo. En mi salud, en mi persona, en mi condición física y también en las cosas que me definen fuera del plano profesional, como leer, escribir, hacer radio, etc. Hay algunas personas muy especiales y cercanas a mí a quienes quiero dedicar ese esfuerzo. Esas personas saben quienes son, no me gusta enlistarlas porque suelo regarla cuando lo hago.

Sin embargo, quiero dedicar estas líneas especialmente al viejo amigo y leal arrabalero Álvaro Becerra, mi Caifo, quien está por hacer algo que percibo que le asusta, pero que al mismo tiempo lo llena de ilusión. Aplaudo tu valentía, amigo, y creo que comprendo el afán de querer emprender ese viaje.

Para muchos es momento de levantar esas anclas que nos puedan tener detenidos esperando cargar la carga en puerto. Para otros quizás es momento de quemar algunas naves.