domingo, 19 de abril de 2009

Chupando Sangre


Se puede ser
cualquier cosa en la vida,
cualquiera,
menos perder el estilo.
¿Cuál era la diferencia
entre clase y estilo?

- Diego Moreno en
El Hombre que vino del Sur


Medina llegó a la Universidad aun con la molestia de Pardo dándole vueltas en la cabeza. Por más que se decía a sí mismo que su reacción y proceder habían estado bien no podía dejar de pensar que el sujeto se merecía unos madrazos muy bien puestos para que se le quitara lo pedante. Lástima de billetes y de posición. Recordó unos textos leídos hace tiempo de un escritor sonorense que hablaban acerca de la diferencia entre la clase y el estilo. A Medina le quedaba claro que Pardo no tenía nada de clase ¿cuál sería el estilo de Pardo? Le vino a la mente la imagen de un personaje de Héctor Suárez que se llamaba El Pacha, igualito el desgraciado, cabello pintado, lleno de cadenas y joyas pero sin asomo de modales. Siendo benevolente a eso le podía llamar estilo. Estilo de mierda.

Caminaba rumbo a la sala de maestros cuando se encontró con el Inge Zazueta en su postura habitual. Junto a la puerta de la sala con sus listas bajo el brazo izquierdo, la mano en la bolsa. La derecha controlando el ir y venir del cigarro a sus labios. Hablando de clase, he aquí un buen ejemplo. El Ingeniero José Luis Méndez Zazueta, un tipazo. Uno de los mejores compinches que se pueda uno conseguir a la hora de ir a la tienda a comprar cigarros, unas cocas y sobre todo, para chupar sangre, como él le llamaba al acto de ocupar un buen espacio en el patio de la escuela y hacer crítica y comentario de todo y de todos. Sin embargo la charla muchas veces derivaba en el terreno futbolero o en el político. A Medina no le gustaba el fútbol, por lo menos no como a la mayoría de la gente. No tiene afición por ningún equipo desde que desaparecieron los Leones Negros. Seguía sintiéndose traicionado por la autoridad universitaria que se deshizo de la franquicia. Le gusta el fútbol como un buen deporte pero no le agrada el negocio ni la enajenación que hay alrededor de él. Le molesta el tratamiento de religión que el fútbol recibe por parte de las masas. Piensa que en ese sentido provoca el mismo daño que las religiones y como tales, cree que sirve sólo para enriquecer a sus jerarcas. De modo que la mayor parte de las veces sus pláticas con el Inge Zazueta eran acerca de política.

Medina tiene la impresión de que el Inge es un izquierdista declarado. Seguidor feroz e implacable del Peje López Obrador. Aún bastante encabronado por la derrota, justa o no, en los comicios del 2006. Juntos siempre se ponían a analizar y desentrañar el trasfondo de los acontecimientos políticos del país y sobre todo, de Jalisco. Que si la muerte del Secretario de Gobernación había sido un mensaje, un ajuste de cuentas o un vil accidente, que si los granadazos de Morelia llevaban dedicatoria. Que si el intercambio por parte del Gober de Jalisco de sicarios capturados por polis secuestrados era una falta de yemas… en fin. Todas ellas conversaciones llenas de la sazón inigualable del Inge Zazueta. Saludarlo le ayudaría a Medina a quitarse un poco del trago amargo de haber tratado el día anterior con un cabrón desgraciado e hijo de la chingada por añadidura como lo era el Licenciado Pardo.

- Master – Zazueta saludaba siempre de este modo.
- ¿Qué me cuenta Inge? ¿cómo le fue con sus últimos egresados de ingeniería industrial?

Zazueta le dio un par de caladas más a su cigarro antes de responder. Parecía estar paladeando la respuesta antes de emitirla.

- ¡ay cabrón! A toda madre, master ¿conoció usted a ese grupo?
- Desde luego ¿usted los apadrinó?
- Si. Y me invitaron a pistear a un bar de los que están en el andador de ahí de los Arcos de Zapopan. – Zazueta ponía cara de gusto nomás de recordarlo.
- ¿Y cómo le fue?
- Déjeme presumirle. Usted sabe que en ese grupo solamente había una alumna entre todos los barbajanes. Mari. Guapísima muchacha además de muy buena estudiante.

Medina no interrumpió, se limitó a asentir con la cabeza. Al tiempo que sacaba uno de sus Faritos de la bolsa del saco y lo encendía. Zazueta mientras tanto fumó del suyo antes de continuar.

- Pues como le decía, me invitaron a que los acompañara al bar, ella entre ellos y yo le dije que si, pero que solamente con una condición los iba a acompañar.
- ¿Cuál?
- Le dije que ese día se viniera bien arregladita, bien pintadita, con una faldita ¡bien buenota! Y además que nos quedáramos de ver ahí en la fuente junto a los Arcos a cierta hora. Verá usted si me di un gusto o no.

El profe Medina seguía fumando, tenía curiosidad de saber cómo acababa la cosa. Asintió una vez más con media sonrisa en la boca y preguntó:

- ¿y ella que hizo?
- Master, la verdad es que se esmeró. Se fue a todo lo que daba, como dicen. Bonito peinado, bonito vestido y sobre todo, excelente actitud. Le llevé un ramo de flores y una vez allí le ofrecí el brazo y le dije que camináramos por todo el andador, ida y vuelta un par de veces. Ella con su ramo de flores y yo con ella del brazo. Por el andador lleno de bares y sillas y mesas con un chingo de gente cotorreando, todos mirándonos.
- Pues la verdad es que si sé a qué muchacha se refiere, Inge y la verdad es que está guapísima ¿fue todo? ¿caminar ida y vuelta por el andador con ella del brazo?
- ¿le parece poco?
- No. La verdad es que no ¿y usted qué tal se la pasó?
- Divo. Como pavorreal. Con semejante muchacha del brazo y yo con todo el garbo que mis huesos me permitieron y todo nomás para que la raza dijera: "¡mira nomás a ese pinche viejo la muchacha tan guapa con la que va!"

Zazueta remató el relato con una bocanada triunfal de humo de su última fumada. De un garnuchazo tiró la colilla. Estaba radiante. De haber tenido un vaso con pisto en la mano Medina hubiera dicho ¡salud!

- ¿Y usted que trae que lo veo medio mal encarado?
- No me haga caso Inge. Usted me acaba de poner de buen humor. Me estaba acordando de un reverendo hijo de la chingada con el que traté ayer.
- ¿y eso?
- ¿conoce a un cabrón llamado Eric Pardo? Es licenciado y comercia con papel.
- ¿Pardo? ¿el padrote? Pregúntele a Don Agus, el le informará.

Medina volteó a mirar al Ingeniero Zazueta con su mejor cara de eres un master. No tenía un pisto en la mano, pero hizo el gesto de brindar con el Farito que tenía entre los dedos.

- salud, Inge
- salud

Por Carlos G Garibay


El anterior texto formará parte de la novela que estoy escribiendo aún sin un nombre definitivo. No acostumbro publicar nada de lo que a ese material concierne pero en este caso hago una excepción pues este capítulo está dedicado a mi colega profesor y amigo el Ingeniero Jose Luis Méndez Zazueta a quien le deseo la mejor de las suertes en su lucha contra el cáncer. Un caballero. Un abrazo

Carlos García Garibay