jueves, 12 de agosto de 2010

"No se crean, ya la cagamos"

"Todo hombre es como la Luna:
tiene una cara oscura
que a nadie enseña."
-Mark Twain

No recuerdo con exactitud la fecha, ni siquiera el año, me gustaría hacerlo (¿primera mitad de los 90s?), pero recuerdo el evento y el lugar. Fue el legendario ROXY de Mezquitán 80 acá en Guadalajara. Había ido a ver un toquín de mi amigo Héctor Buenrostro con su banda LID. Mis saludos. Ese día se presentaron más bandas y en honor a la verdad la entrada no fue muy buena aunque podemos decir que fue aceptable, además era el Roxy. Palabras mayores.

Una de las bandas que se presentaron era PLASTA, que tenía a su vocalista Ilhuicamina (si sus papás pensaban en Moctezuma Ilhuicamina, quinto Huey Tlatoani, al nombrarlo entonces supongo que está bien escrito), en aquel entonces era una de las bandas subterráneas más prometedoras en Guanatos y esa noche fueron protagonistas de un acto que no creo olvidar nunca.

Les fue mal en su presentación, la raza pasó sentada su interpretación, estábamos aburridos. Los chavos de Plasta no lograban prender y ellos mismos se notaban desangelados. En una de sus canciones cometieron un error (yo no me había dado cuenta) y se detuvieron. Ilhui dijo: "Perdonen, fue una falla técnica", después hizo una pequeña pausa y añadió: "No se crean, ya la cagamos".

Fue la última vez que tuve una noticia de Plasta.

También fue la última vez que recuerdo haber visto a alguien aceptar un error en público.

La vida me ha dado la oportunidad de trabajar como consultor o asesor en mi calidad de profesional de la informática con gente que está inmiscuida en la política (espero que eso no signifique que yo también lo estoy, tengo una imagen que cuidar y muchos amigos que me gustaría conservar) y debo decir que se trata de un mundo fascinante e interesante, que no bonito, por lo menos para mi.

Me llama la atención que ninguna de esas personas se equivoca, ninguno comete errores. Ninguno la caga.

Me ha tocado estar en el equipo técnico que ayuda a estas personas a preparar informes y comparecencias y me consta que uno de los objetivos principales es no evidenciar un error, un trabajo mal hecho... mucho menos una transa.

Todos los días en la radio, en los periódicos, en internet y en la tv sigo los interminables escándalos en los que esa gente se mete, he escuchado las entrevistas que les hacen y los ataques de los que son objeto cuando alguien los llama a cuentas o les señala lo que esta mal y he sido testigo de la caradura y el cinismo del que hacen gala para escurrir el bulto, sacarle la vuelta a esas cosas con increíbles excusas, demagogia y una enorme sonrisa de oreja a oreja que les permita seguir luciendo bien en las fotos. Solamente les hace falta decir "me los estoy haciendo güeyes... ¿y qué?"

Cada semana hay fútbol en todos lados, alimento vulgar de la mediocridad mexicana (me castra pero ¡ah, cómo me merece comentarios!), cada jornada no falta el equipo que defrauda a sus aficionados y siempre, al final de cada partido entrevistan a uno o dos jugadores y a veces al técnico también. Usted diga si no: "jugamos bien pero no se nos dio el gol", "aunque perdimos hicimos un buen planteamiento", "fue mala suerte", "fue el árbitro", "fue la cancha", "fue injusto"...

Daría muchas cosas por escuchar algo parecido a: "No se crean, la cagamos"

¡Sería genial!

No me diga que no le gustaría...

Estamos rodeados de gente mentirosa que es capaz de vender a su madre antes de aceptar un error.

De matar antes de aceptar un error.

Aceptar una equivocación convierte a quien lo hace innegablemente en alguien responsable de dicho acto, y estas personas no se quieren hacer responsables ¿se da usted cuenta? son unos IRRESPONSABLES.

¿Usted y yo de qué seremos capaces? Digo, no todos somos políticos, ni deportistas ni figuras públicas pero estoy seguro de que también hacemos un mayor o menor esfuerzo por mantener alguna fachada o máscara. Yo no puedo decir que yo no sea así. Como todo mundo tengo un montón de defectos pero no voy a hablar de ellos aquí. Al igual que a usted, a mi quien me juzga es mi gente, mis alumnos, mis jefes, mis clientes pero ¿a estos sinvergüenzas quién? ¿quién?

Gente que nadie sabe que existe y que todo lo ve desde arriba pero ¿a nosotros qué?

Nosotros queremos ver sangre, je, la de ellos, claro está.

Pero creo que queremos más que hagan su chamba y que se responsabilicen de ella.

Yo no sé si fue por esa actuación en particular o porque ya venían arrastrando algún problema pero no volví a saber nada más de PLASTA. Siempre los recordaré como alguien que en público dijo:

"LA CAGAMOS"

Me gustaría recordar la fecha.

lunes, 2 de agosto de 2010

¿Siguen existiendo buzones?

Es, por lo general, de un modo sutil que hago indirectas y llamados de atención sobre la falta de reciprocidad a la hora de tratar de mantener comunicación con mis corresponsales. Creo que ya estuvo bien de sutilezas...

Qué poca madre.

Desde que era niño adopté el hábito de enviar cartas como una forma entrañable y cercana de comunicación; y por cercana me refiero no precisamente a cuestiones de distancia geográfica ya que esta forma de contacto nació precisamente para cubrir grandes distancias. Digo que era cercana porque era algo muy personal, abrir el sobre y coger el papel, doblado, arrugado o lisito, qué importa; saber que el ser querido había tenido ese papel en sus manos antes que yo era algo sabroso, no importaba si venían escritas con una excelente caligrafía, tinta, lápiz o crayola, algún borrón, quizás alguna lágrima o un exquisito perfume. No sé si siga existiendo gente que se siga comunicando así. Yo recuerdo haber tenido que escribir la carta, ir a la papelería a comprar timbres postales, elegir sobre color blanco o aéreo, conocer las reglas de escritura en sobre, remitente y destinatario. Caminar algunas cuadras para depositar el sobre en un buzón (¿siguen existiendo buzones?) con todas mis bendiciones para que llegara a su destino. Podían pasar días, semanas o meses para obtener una respuesta. Una partida de ajedrez a distancia podía llevarse muchísimo tiempo. Pero de algún modo tenía la certeza de que iba a haber una respuesta, tarde quizás; y sufría imaginando las peripecias de la correspondencia de ida o de vuelta. Pero eso no importaba tanto como el resultado final.

Era un arte.

Hoy la cosa no es tan artesanal y aunque no tiene la misma mística de la correspondencia tradicional uno puede, si se esfuerza, darle un toque personal a sus cartas, digitales y todo. Me considero alguien capaz de hacer de una relación personal algo cálido a través de internet.

Recuerdo la primera vez que impartí un curso de internet en el que tenía que explicarle a los bisoños usuarios de un tal proveedor del servicio lo que es el email. Cuando oprimíamos el botón send y yo les decía "la carta ya se fue" con un ademán de misterio a la espera de la consabida pregunta "¿cuándo llegará?" y las caras de asombro cuando yo decía triunfal "ya llegó".

Pensé y sigo pensando en el internet como una herramienta de comunicación chingonsísima. El hecho de contar actualmente con tantas herramientas para comunicarse con alguien: el mencionado email, las mil redes sociales, los miles de chats, el twitter, el celular, la conectividad entre la telefonía y el internet, los mensajes de texto me tiene convencido de que quien no se comunica es porque no quiere.

Mi mujer alguna vez me dijo que las amistades se deben de cultivar y me convenció. Sigo convencido, hasta llevé en algún momento un método para periódicamente tratar de comunicarme con todos ellos, sin que se me fuera a olvidar ninguno y aunque sea de vez en cuando escribirles y decirles "solamente para saludarte y saber que estas bien, te deseo lo mejor" pero honestamente me comencé a hartar de escribir como tarugo y obtener nulas respuestas. Creí ingenuamente que iba a lograr sembrar en una buena parte de ellos la necesidad de adoptar aunque sea de vez en cuando, el papel de remitentes.

Qué poca madre.

Sí, me molesta y me molesta mucho, me parece más que un simple capricho el pretender que alguien tenga la decencia de contestar un comunicado aunque sea para mandarme al carajo, lo preferiría a la ausencia total de respuesta. Esperar a que alguien tenga la iniciativa de comunicarse sin que yo lo haya hecho antes es demasiado iluso. Vaya, nadie tiene porque querer comunicarse conmigo a la fuerza, pero responder a un comunicado debería de ser educación básica ¿no? Tal vez sea un capricho ¿pero porque no sería respetable?

No todos mis contactos son así. Con muchos de ellos convivo más allá del internet, en el mundo real. Pero eso es otra cosa, con ellos no necesito artilugios modernos para comunicarme. Las personas a las que ya no veo en la chamba, en la escuela, con las que no convivo cotidianamente y me veo obligada a estar pendiente de la computadora o del celular para saber de ellos. Son muchos y la verdad me cansé de gastar tiempo y dinero tratando de estar en contacto. Algunos pocos por lo menos contestan los emails, aunque después olvidan redactar alguno que no sea una respuesta a una comunicación previa. Para que cuando alguna vez nos encontremos me digan con desfachatez "¡qué milagro!". Insisto, me cansé y el resultado es el natural alejamiento que he tenido con algunas personas, tal vez alguna vez los vuelva a echar de menos y sea mi responsabilidad una vez más retomar el contacto. Pero a muchos no.

Qué poca madre.

Qué poca madre tienen.


Me siento obligado a mencionar que hay personas contadas con los dedos de una mano a las que no les queda este reproche, honrosas excepciones a quienes prometo consentir más con la frecuencia de mis comunicados, ellas saben quienes son. Gracias mil!

REFERENCIA: Relato en el que trato el tema - > EL VERDADERO EMAIL