viernes, 25 de mayo de 2018

Terco

Sonrío porque solamente
me queda ya mi sonrisa,
y sonrío tercamente
pa' tener erguida la frente
y también el alma insumisa.

jueves, 24 de mayo de 2018

Noticias

Para celebrar
es condición jamás
perder la fe,
abrir el corazón
y servir el mezcal.

—La Barranca, 'El Mezcal'


Era triste mirar cómo su reserva de tequila se agotaba. No era la primera vez que algo así le ocurría. Pero esa vez le pesó porque sintió que era de lo último que tenía, y no se refería solo al tequila.

Era un tequila blanco, fino, por lo menos de lo mejorcito que había en el mercado. Nunca había podido comprarse una botella de esa marca, los que se ha bebido se los han regalado. Esa también se la regalaron, la reservaba para momentos especiales. Quería comprarse una esa semana. Cuando le pagaran lo que le debían. Hasta hizo cuentas alegres y pensó en comprar dos. Sí, dos. Una para él y otra para regalársela a su tío y poder compartirla con él y con su compadre. También pensaba en comprarse un par de botellas de las de batalla o una pata de elefante de dos litros... sabroso. Podría usarlas para acompañar esas tardes en las que se la pasaba en la computadora programando.

Pero ese día recibió una noticia, justo ese día en que se puso a escribir sobre las noticias buenas, que no son buenas, sino solo eso, noticias y el cómo es uno el que les da la calidad de buenas o malas... bueno, pues esa era mala noticia.

No les pagarían pronto, es un hecho. Pasaría una semana más. Y su balance en caja era de cero pesos. Y no tenía modo inmediato de remediarlo. 

Ahora no sabía qué hacer, salvo acabarse su tequila. Francamente esperaba algo, una buena noticia, y en lugar de eso estaba allí sentado sin poder ir a la junta de trabajo porque no tenía gasolina en el carro ni dinero para ponerle más. Es un lugar alejado y no podía ni por asomo llegar hasta allá con las gotas de gasolina que le había surtido ese día. Con trabajos pudo salir del estacionamiento.

Supuso entonces que esas gotas finales de buen tequila sí eran después de todo en conmemoración de una ocasión especial: una en la que una vez más se lo estaba llevando la chingada. 

Salud

martes, 22 de mayo de 2018

Día de perros

¿Un día de perros se puede contagiar? Quizás sí, y parece que depende de uno el ser inmune o no a esa mierda..., porque por más que uno esté convencido de que la actitud es lo que cuenta, y en tener todos los huevos y la voluntad de hacer lo mejor de lo mejor con el tiempo que se nos da, uno puede ser contagiado de un día de perros. 

Es fácil mandar a volar a los imbéciles, ¿que si el chofer del camión te dejó tirado? ¿el del banco es un completo idiota? ¿no te surtieron gas? ¿te asaltaron? Pobre gente, quizás la estén pasando peor que uno, quizás sus vidas están vacías y... a la chingada, ni siquiera vale la pena pensar en ello. A otra pinche cosa y sonreir sin hacer preguntas, al fin y al cabo uno se faja solo y puede obtener lo mejor con la mejor actitud. 

Eso. 

Actitud.

Pero ¿qué pasa cuando es la gente a la que uno quiere la que da pa'bajo? ¿cuando uno pone el mejor esfuerzo en ayudar, en estar allí, en dar calor, una sonrisa, poner el hombro para las lágrimas, las orejas para las mentadas de madre o el pecho para los madrazos... en alejarse incluso si lo que se requiere es silencio y distancia...? Y aún así, el día de perros, el mal humor y una visión pesimista del mundo toca a la puerta, amenaza con tirarla a patadas y con invadir, contagiada por aquellos a los que se estima.

Porque cansa, hiere escuchar ciertas cosas que son dichas al calor, en un mal momento, porque duele el silencio, y sobre todo porque duele no poder a veces hacer materialmente lo necesario para que los demás estén bien.

¿Qué se hace cuando el día de perros lo contagia quien uno ama? 

Solo resistir. Sin importar el costo.

Porque eso hacen los idiotas que aman.

lunes, 14 de mayo de 2018

Buenoide materialista

Alguna vez vi a Phoebe y a Joey discutiendo sobre si de verdad existen las acciones altruistas. Totalmente desinteresadas. Phoebe afirma que sí, Joey Tribbiani dice que no. Para él, la simple satisfacción que una persona siente al realizar una buena acción es un beneficio obtenido a cambio de dicha acción y por ende, le hace perder todo valor de altruismo. Desde mi punto de vista, Joey tiene razón.

Aquí se me impone una reflexión: Las personas quieren que nos interesemos en ellas, pero a la vez, que lo que sea que les brindamos, sea de forma desinteresada... Vaya pedo ¿no?

Y yo me pregunto estas cosas hoy porque hay temporadas en las que el prójimo parece decidido a poner a prueba mi capacidad de abnegación, mi paciencia, y me hace cuestionarme si vale la pena poner en riesgo mi salud emocional.

Me gusta servir. Me gusta servir a mis seres queridos. Y podría decir que lo hago sin esperar nada a cambio, pero eso sería una puta mentira y estaría cayendo en una actitud que detesto, que es la de vestirse de bueno (buenoide materialista, diría Mafalda), o peor, de víctima.

La verdad es que hay una cosa que sí espero: Reciprocidad.

Y no estoy hablando de favores, y menos materiales. La vida me ha enseñado que casi siempre los favores se devuelven a otras personas diferentes a las que le hacen favores a uno en primer lugar. Estoy hablando de esas pequeñas pero importantes cosas que hacen llevadero el paso por este perro mundo, como el saludar, dar los buenos días, no desquitarse con quien no la debe con el maldito pretexto de no estar de buen humor, no contestar las llamadas, los mensajes y endilgarle a los demás la responsabilidad de mantener una relación personal. 

Ni siquiera con que me den, sería feliz si no me quitaran... y sigo sin hablar de cosas materiales.

viernes, 20 de abril de 2018

Did you understand me?

Acabo de recibir una llamada en la que se me pide urgentemente que me asome a ver un mensaje de whatsapp que me fue enviado hace tres minutos...

Creo que lo que quiero decir se explica solo.

Hace poco Lenny Kravitz estuvo en Guadalajara. En una de las canciones (Let love rule), el tipo se puso a divagar y a alucinar y a decirle a los asistentes cuál era su rollo aleccionador para la raza tapatía. Sin querer recordé a James Brown en su papel de Reverendo Cleofus en The Blues Brothers de 1980. Lenny parecía ministro, predicador, diciendo que qué malísimo pedo son todos por ser tan ávidos consumidores de tecnología celular, que qué mala onda por mostrarle el lente de una camarita en lugar de los ojos. "¿Sí me están entendiendo?", preguntó cuando muchos celulares seguían en alto grabando lo que decía. Y ellos, fans acérrimos, baratija en mano, solo gritaban eufóricamente pensando que Lenny estaba dando su bendición y continuaban grabando el regaño para la posteridad.

Sin embargo, ese afán de ser adorado de forma pura y sin intermediarios tecnológicos, no le quita nada de razón. ¿Qué objeto tiene el mantenernos voluntariamente exclavizados al lado del aparatejo? digo, también se me hace chingonsísimo lo que sea que abone a la buena comunicación, pero de eso a pretender que las personas poseedoras de un teléfono celular estén siempre al pendiente y que de inmediato se den por enterados de cualquier cosa que queramos decirles es lo que me hace cuestionarlo también.

En realidad perfiero a Lenny como cantante y showman que como reverendo.

miércoles, 4 de abril de 2018

La vida en rosa

Alguna vez tuve la idea de que ser un escritor era algo cosmopolita, bohemio y arrabalero y la verdad no sé si esas tres cosas pueden ir juntas y ahora me vale madres.... 
Lo que pasa es que ser cosmopolita... pues en realidad no sé qué demonios es eso... si de conocer muchos lugares se trata, pues sí, me encantaría hacerlo y hoy sé que eso está en mi mano, independientemente de lo que me dedique a hacer y de los recursos que tenga... y sobre ser bohemio y arrabalero pues... ¡ya lo soy! Aunque no me la viva en tertulias ni recargado en la barra de la cantina ni garabateando en el café, lo soy.

De modo que solamente tengo que revisar las ideas que tengo al respecto. Es decir, revisar si no estaba siendo yo demasiado idealista como para desperdiciar cosas chidas por no ajustarse a la idea que tenía yo del rol que quería desempeñar. En cierto modo yo estaba viendo la vida de color de rosa, sí, un color de rosa para la idea que tenía sobre ser escritor. Creo que estaba equivocado, hoy tengo otros pensamientos al respecto y creo que el día de mañana quizás haya evolucionado esa idea. En fin. 
Solo sé que con todas las cosas que hago, voluntariamente o porque la vida me hace ir por ese camino, aún así, soy un escritor y lo cierto es que ya he vivido cosas geniales por seguir mi pasión. Y sé que me esperan más cosas fabulosas.

Tengo un tiempo pensando que estoy cansado de quienes ven la vida de color de rosa y se pierden de las cosas que se les presentan que no se ajustan a esa idea, creo que lo que me cansa al respecto es que soy yo lo que no encaja en sus ideas.
Yo podría pensar que simplemente se trata de gente cursi, aferrada y necia... y sigo pensando que lo es. Es solamente que ahora pienso que hay muchos modos de ver la vida de color de rosa, o cuadrada, o circular o del modo que se quiera catalogar.

Una vez un contador que me dio un curso de estadística, no recuerdo su nombre (solo lo conocí por el curso de 10 horas), pero me dijo algo que no he olvidado: "Mucha gente piensa que los contadores somos cuadrados y quizás tengan razón. Yo pienso que todas las personas lo somos, lo único que cambia es el tamaño de nuestro cuadro..."

Ojalá recordara su nombre... por la sola frase se lo merece.

lunes, 26 de marzo de 2018

El canto del caracol

Caracol en el oído
su murmullo el anhelo
de escuchar ha traído
de la risa el sonido
y del sueño el desvelo.

Pero molusco ingrato,
solo me mostró el eco
de apremio cual mandato
para el necio cegato,
maleable y obceco.

Quise arrojarlo al mar
de él no volver a saber.
Y quise mirarlo volar,
en el aire verlo girar.
Y quise mirarlo caer.

Pero no osé lanzarlo.
Su continuo susurro
me hizo necesitarlo,
al cuello encadenarlo.
En sumisión incurro.

Consiguió con su sonido
que escuche con atención.
Lo tenga siempre asido
y muy cerca de mi oído
al tanto de su canción.

—Caracol (fragmento) — Carlos G Garibay
 

Ramiro Portela es un personaje lleno de achaques provocados por el estrés, vive sufriendo de úlceras, huyendo de la vitalidad de su mujer y soñando con que sus logros hagan triunfar a su jefe. Es un adicto al trabajo.

El Ramiro Portela que describo vive en 1996, pero si viviera en el 2018 creería ser muy feliz contestando los correos electrónicos que llegan a su buzón a las 3 de la mañana y muy pendiente a su wassap. Sería un completo miserable.

Pero el miserable Ramiro Portela no vive en 2018. Murió en 1996 cuando se dio cuenta de que su teléfono celular tenía una sola virtud: el botón de apagado.

Ramiro Portela en 2018 no es miserable, es feliz y ya no sufre de úlceras. Él vive.

Hace poco me dijeron que soy un business man, y cuando me lo dijeron inevitablemente me puse a pensar en las implicaciones de serlo y creérmelo y decidí que sí, lo soy. Que tengo que creerlo con certeza para poder tener éxito en ello en la medida que yo quiera. Pero he pensado que solo lo seré hasta cierta hora del día nada más. No quiero dejar de vivir. De hecho, el business man le estorba a la otra persona que vive dentro de mí: el bohemio que ama leer, la música, escribir, el basquet y vivir y sobre todo, convivir. Los continuos llamados de gente que quiere que resuelva sus asuntos, que piensa que las once de la noche y los domingos son excelentes horas para pillarme atendiendo el teléfono le estorban. Le ponen los nervios de punta y de pésimo humor.

Comencé a apagar el celular. Lo acabo de hacer este domingo y al contrario de lo que dicen las leyendas urbanas que hablan del estado de ansiedad que se sufre cuando a uno le quitan el teléfono, yo sentí una ligereza que no reconocía.

Pero no puedo ser hipócrita con esto. Me hice de otro canal de comunicación, sencillo y exclusivo para con quien sí quiero seguir comunicado. Porque existe quien le da propósito a mi deseo de comunicarme y son personas que puedo contar con los dedos que hay en mi índice derecho.

Los demás se pueden ir a la chingada.

Las personas que no descansan y no tienen apego por su paz y su tranquilidad, las personas a las que me paso la semana procurando y que no son capaces de brindar un poco de reciprocidad, las personas que se la pasan pretendiendo convencer, educar y hasta evangelizar vía grupos de wassap. No me gusta adular ni que me adulen, no me gusta presumir, no me gusta el fútbol ni los toros y no soy para nada religioso, por lo que la razón para estar en ciertos grupos de wassap no existe, pero la diplomacia hasta el momento me ha mantenido allí. Aunque cada vez me va importando menos y terminaré por mandarlos muchos kilómetros a la chingada también.

¡Salud!

lunes, 19 de marzo de 2018

Cachorros de buenas personas

"Probablemente en su pueblo se les recordará
como cachorros de buenas personas,
que hurtaban flores para regalar a su mamá
y daban de comer a las palomas.

Probablemente que todo eso debe ser verdad,
aunque es más turbio cómo y de qué manera
llegaron esos individuos a ser lo que son
ni a quién sirven cuando alzan las banderas."

—Joan Manuel Serrat —Algo personal

Los niños en edad escolar suelen ser crueles. De hecho los compañeros de generación acostumbramos recordarnos así: crueles. Aun si no lo hacemos nosotros mismos, hay personas que estarán allí siempre para hacerlo. En fin. Recuerdo al pequeño compañero cuyo padre era diputado charro del institucional. Nosotros, a esas tiernas edades ya sabíamos, o creíamos saber, la clase de calaña a la que su padre pertenecía, sabíamos que un político no es alguien de fiar, por lo menos los de ese equipo. Creo que no sabíamos lo que decíamos, por nuestra falta de sutilezas al respecto. Pensábamos que eran los malos y los otros los buenos, así, en términos de bondad y maldad. Ingenuos. No sabíamos entonces que los de todos los colores son unos cerdos bien nacidos. Aunque ciertamente no nos faltaba razón para pensar así de su papá, aunque sea por mero estereotipo. Resultaba evidente el ejemplo que teníamos en casa en materia de vituperios, pues aun sin otra noción política le hacíamos bullying diciéndole que su papá era un ratero. Así, con toda la saña de la que éramos capaces.

Pobre, pensaba yo. Ingenuo de mí. Recuerdo que él hacía esfuerzos indecibles para decirnos que no, que su papá no era ratero. Quizás cualquiera me diría que es un esfuerzo natural y loable para un niño defender a su papá de ser vilipendiado así por sus compañeritos de escuela. Pero no. Él, a diferencia de nosotros, sí estaba recibiendo un adiestramiento político en casa. Nos decía que no, que su papá no era ratero, que estaba trabajando en un puesto en donde "había dinero ai', nomas para que alguien lo tome, y que si no era él, sería alguien mas."

Hoy, a más de tres décadas de distancia, ese pequeño es poseedor de una carrera política profesional en el partido de la maistra. Definitivamente me sirve como ejemplo de que mucha de la clase política establecida institucionalmente ha sido convenientemente amaestrada en casa, chiqueada y provista desde temprana edad de prebendas propias del tráfico de influencias. Y tengo más ejemplos, pero será en otra ocasión.

De modo que piense cuando eduque a sus pequeños. Por lo que más quiera enséñeles a ser personas de bien y no la porquería humana que hoy ocupa lugares de poder.

jueves, 1 de marzo de 2018

El derecho a estar aburrido

"Aburrise en el momento adecuado
es signo de inteligencia."
—Clifton Fadiman

Alguna vez alguien te ha preguntado: "¿Te estoy aburriendo?" A mí sí, y fue en la desafortunada circunstancia para mí de que me encontraba en una reunión de trabajo con la otra persona y sentí la obligación de decirle: "no, para nada", aunque los cabeceos fueron los que me delataron y propiciaron en principio la pregunta. Quizás lo verdaderamente honesto era gritarle: "¡Me estás matando!"
¿Por qué uno no puede admitir que se está aburriendo? Yo me aburro como ostra en las reuniones de padres de familia en la escuela, en muchas reuniones de trabajo (casi en todas), la misa es un suplicio para mí. Sigo trabajando en mi técnica de viaje astral para tales ocasiones. A veces me siento como Charly Brown escuchando a su maestra, o como el perro de Bart Simpson cuando los humanos le hablan. ¿Qué tendrán en la voz algunas personas que actúa como un somnifero? ¿O será lo que dicen?
¿Por qué la responsabilidad de no aburrirme es mía cuando encuentro inútil lo que sale de la bocaza de las otras partes?
Yo soy una persona auditiva, resulta muy difícil para mí no poner atención a los sonidos que hay a mi alrededor. Por lo mismo, también es sencillo que el exceso de ruido me provoque una sensación de caos. Me refugio muchas veces en mis audífonos, pero resulta que desde que me hice aficionado a ellos, hace como 30 años, nunca he sentido que usarlos sea bien visto.
Hay personas que nunca en su vida me han hecho un mal, y sin embargo no las soporto por su tono de voz. Supongo que eso no está bien, aunque siempre he trabajado en ello. Hay personas cuya voz es como ruido blanco.
¿Por qué la gente se ofende cuando yo me estoy aburriendo de lo que dicen? ¿Es ego? ¿Piensan y estan convencidas de que lo que están diciendo es sumamente interesante y que a mí me debe interesar en igual medida? ¿Mis cabeceos o mis mal disimulados bostezos no son señal suficiente de que la estoy pasando mal? ¿Por qué entonces el majadero estoy siendo yo? ¡El que está sufriendo soy yo! ¿O de verdad se pensará que yo deseo pasar por esa clase de torturas?
Si por mí fuera, estaría ocupándome de mejores cosas. O mejor aún, dándome por vencido y durmiendo a pierna suelta.

lunes, 19 de febrero de 2018

Lepidópteras

— ¿A mariposear? —preguntó ella.
— No. No mariposear... cazar lepidópteras —respondió él mientras pensaba en Polo Polo y su chiste de las mariposas de colección a las que les abre sus alitas para ensartarles una aguja el muy guarro.
— Lepi... ¿que? —hizo ella su mejor cara de inocencia.
— Lepidópteras.
— ¿Y eso que es? —ella no tenía ninguna duda en que terminaría por convencerlo al hacerlo imaginar que se internarían juntos por el bosque con sendas redecillas y dando saltitos mientras perseguían a los asquerositos gusanos alados.
— Pues... son mariposas.
— O sea que vamos a mariposear —dijo ella mientras pensaba en su propia fría punta de acero y en el largo tiempo que había pasado sin hundirla en ningún otro cazador cazado.
— Es que dicho así... —comenzó a quejarse él, macho cuadrado y conservador, aunque mariposero, al que no le gustaban las posibles connotaciones de la palabra, pero que como buen convenenciero pensó que bien podría valer la pena— Venga pues... mariposear...

Capaz que se inventaba una nueva acepción... en cualquiera de los dos casos.

lunes, 12 de febrero de 2018

Tiempos de campaña

"He aprendido a no intentar 
convencer a nadie.
El trabajo de convencer es una
falta de respeto, es un intento
de colonización del otro." 
—José Saramago


Hace unos meses, en tiempos navideños, notamos en la oficina la escualidez de algunas de las prestaciones habituales de cada año. Al delegado sindical se le ocurrió decir "Es que el dinero se necesita para las campañas".  Sí, el mismo que cada vez que nos manda un mensaje al grupo de wassap comienza diciendo "Por indicaciones de nuestro secretario general, el Maestro..."

Me pregunto si no le quedará muy dolida la panza después de tamañas arrastradas.

¿Por qué son necesarias las campañas?

Es en serio ¿por qué?

"Hagan de cuenta que están en campaña", decía la Maestra —que ni enseñaba nada—, la directora que tuve en un trabajo anterior, cada vez que encargaba trabajos que atentaban contra el horario establecido y lo razonable, cuando simplemente ordenaba que uno dejara de comer, dejara de salir a una hora decente y se negaba a pagar lo correspondiente. A echar en cara cada minuto que según ella no estaba dedicado en cuerpo y alma al par de pendejos que tiene fotografiados en la pared tras su escritorio. Los veneraba cual si fuera el retratro de María Morales, se les cuadraba y hasta se les santiguaba. Aunque no era un comportamiento nuevo el que yo observaba en ella. Ya lo había visto en personas que creía más inteligentes y con mayor dignidad. Recordarlo me molesta y me sigue sorprendiendo. Muchas veces he pensado en orinarme sobre esos retratos, en bajarlos de su puta pared pedestal y hacer una maldita hogera con ellos. Par de pendejos muy pagados de sí mismos mientras trataban de ocultar la erección que tenían mientras los retrataban y pensaban que mucha gente les estaría haciendo felaciones mentales a sus retratos.

En fin, campaña.

Ya más de una vez me han pedido eso, que la haga de carne de cañón, de infantería y mano de obra gratuita como tanta gente que va y lo hace con la esperanza de que la revolucion les haga justicia y esa justicia viene despues en forma de insultantes prevendas y favores ridículos con la oculta condición de que uno siga rindiendo pleitesía... me da vergüenza recordarlo. Pero no me admira tanto de mí mismo, me asquea recordarlo y más aún pensar en las personas que están plenamente convencidas, que han aceptado por completo el ideal y que están dispuestas a la lambisconería por ello.

Convencimiento... alguna vez José Saramago me enseñó que no hay un acto más invasivo que tratar de convencer a alguien... y yo me siento invadido en tales circunstancias... ¿como puede alguien convencer a otra persona sobre lo que tiene que querer? ¿sobre lo que tiene que creer?

Alguna vez me metí a la sede estatal del partido y no pude evitar recordar a José Martí: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas". Aunque afortunadamente no pasé mucho tiempo allí, sí fue suficiente para asustarme con algunas cosas que vi adentro y que me mostró la clase de cosas que hay en la cabeza de esas personas. Un letrero que decía: "El partido es la patria, y la patria es primero".

lunes, 5 de febrero de 2018

El Derecho a la Ignorancia

Quizás muchos de nosotros hayamos visto alguna de las muchas adaptaciones al cine o a la televisión de la obra de Charles Dickens, Un Cuento de Navidad (A Christmas Carol), de 1843. Adaptaciones que, en su mayoría, han sido hechas para un público infantil y la presentan como una fantasía navideña con afán aleccionador. Sin embargo, la obra literaria original no se toca el corazón cuando de mostrar aterradores a los fantasmas que aparecen en ella se trata, particularmente el encuentro con Jacob Marley me puso los nervios de punta cuando la leí. También la aventura con el Espíritu de la Navidad Presente resulta algo estremecedor:
Antes de desaparecer, el espíritu muestra al protagonista Ebenezer Scrooge a un niño y una niña harapientos y desnutridos, de origen trágicamente humano: Son los hijos de los hombres —contestó el Espíritu, mirándolos—. Y se acogen a mí para reclamar contra sus padres. Este niño es la Ignorancia. Esta niña es la Miseria. Guardaos de ambos y de toda su descendencia.
Cuando Scrooge pregunta si no tienen a nadie que los cuide, el espíritu vuelve a responderle con sus propias palabras: "¿No hay prisiones? ¿No hay asilos?"

Al margen de que esta obra representa muchos pensamientos de la Era Victoriana, es innegable la influencia que ha tenido hasta nuestros días. Sin embargo, pienso que la advertencia que hace al lector sobre el cuidarse de la Ignorancia y la Miseria es algo maniquea al no admitir que en muchas maneras todos somos ignorantes y cargamos con nuestra ración de miseria, lo cual es, como dice el propio Dickens en su obra, "trágicamente humano".

Hoy me referiré solamente a la ignorancia. Albert Einstein decía que todos somos ignorantes, lo que ocurre es que ignoramos diferentes cosas. La búsqueda de conocimiento, que también es un rasgo humano, entra en conflicto directamente con la aceptación de la ignorancia humana, y es entendible que la casta intelectual la vea como un defecto cuando por milenios ha sido utilizada como herramienta de sometimiento a manos del poderoso.

Alguna vez, en la escuela, nos dijeron que el filósofo Sócrates dijo "Sólo sé que no sé nada", y que esta era una frase célebre, aunque no nos dijeron por qué; tampoco nos dijeron que Sócrates no escribía nada y que quien tomaba nota de sus enseñanzas era en realidad su discípulo Platón —era su alumno ñoño— y que fue en sus textos que se encontró esta frase refiriéndose precisamente a su maestro Sócrates. En fin, a mí me tomó años darme cuenta, o creer darme cuenta, de lo que esta frase quiere decir y reflexionar en ello me ha hecho pensar mucho en lo románticamente que estamos sometidos a ideas y conceptos como los ya mencionados de la ignorancia y la miseria (como si siempre malos) y a algunos otros como la verdad y la fidelidad (como si siempre buenos). Seguiré refiriéndome solamente a la ignorancia.

Al volverse una opinión generalizada el que "la ignorancia es dañina", nos hemos vuelto consumidores de conocimiento sin medida y en nuestro temor de ser ignorantes hemos dejado que alguien más decida qué conocimientos podemos o no adquirir. He llegado a pensar que estoy sometiéndome a una sobreexposición de información, o mejor dicho, de datos —que no es lo mismo—, y muchos de ellos solamente me hacen ruido, ocupan mi mente. En los peores casos, me provocan una reacción emocional innecesaria e inútil y por lo tanto, infructuosa. Yo decidí entonces que estar a merced de los medios masivos de comunicación es dañino para mí. Pensé que es momento de decidir entre no estar informado y estar mal informado. De modo que decidí no estar informado.

Y la gente me ha regañado porque no sé quién es tal o cual artista, llegan y me sueltan pláticas asumiendo que yo sé de que están hablando, en temas que yo sé que todo mundo tiene de boca en boca sin detenerse a pensar en ellos: fútbol, política, religión. Hemos hablado alguna vez de que uno de los vicios de la comunicación humana es el asumir, asumir lo que el otro piensa, asumir la reacción del otro, asumir el comportamiento de los demás, y pasa que casi siempre asumimos mal. Pues bien, me ocurre muy seguido que la gente asume que soy un hombre religioso, ocurre que la gente asume que me interesa el fútbol, ocurre que la gente asume que estoy enterado de las tonterías que los políticos dicen por todos lados ahora en tiempos electorales y que hasta me sé la tonadita idiota de sus canciones de campaña, asumen que deseo ser incluido en grupos de chat e incluso soy forzado a permanecer en ellos y a darme por enterado de las banalidades que allí se comparten.

Muchas veces les quiero gritar que no quiero saber de eso, que quisiera ser un ignorante en esos asuntos.

Sé que mientras más conocimiento se adquiere y se hace uso de él, con análisis y síntesis, una persona puede llegar a darse cuenta del alcance de su propia ignorancia y pienso que a eso se refería Sócrates. La sutileza del significado de su frase ha sido explotada a lo largo de los años como una expresión de conformismo cuando debería ser un aliciente a seguir aprendiendo cosas.

Tampoco nos han hablado del derecho a elegir los momentos y las materias en las que deseamos permanecer ignorantes.


jueves, 18 de enero de 2018

Como Peter Pan


Hacía algunos años que no veía a Jorge, casi veinte. Lo reencontré con sus hijos en el viejo Gimnasio del Estado, visitando a Cachi. Yo también estaba visitando a Cachi. Después de eso nos buscamos en redes sociales, allí vi que se estaba dedicando a correr carreras de jotitos —como le dicen mis amigos el Pirata y el Lagarto a cualquier carrera de menos de 21 kilómetros—, pero creo que se debió a que yo ya tenía tiempo tratando de escaparme de feisbuc que no compartíamos gran cosa por ese medio.

En la época después de que salimos de la prepa fuimos muy cercanos. Incluso realizamos varios viajes basquetboleros, los más memorables para mí son los que hicimos a Sayula y a Irapuato. Nos llevamos al equipo a jugar contra equipos locales y en todas las ocasiones perdimos. Cuando fuimos a Irapuato viajamos de noche, llevábamos un montón de casets para escuchar música, pero lo que a nadie del equipo se le ocurrió fue llevar una grabadora en la cual escucharlos. Tuvimos que escuchar cómo el chofer del autobús le daba varias vueltas sin misericordia al Bronco Amigo, que en esa época era nuevo. Viaje largo. Creo que era 1992.

Pienso que fue el recuerdo de esa vieja amistad lo que me hizo buscar a Jorge en la ocasión en que publicó un mensaje lamentándose por la lesión que sufrió corriendo. Le escribí para preguntarle si necesitaba algo, ofrecerle algunas palabras, tratar de animarlo.
Nunca me puse a pensar que cuando hice eso yo estaba en un estado vulnerable que me hizo admitir que yo necesitaba urgentemente un cambio a un modo de vida más saludable. El montón de kilos de sobra, mi pésima condición física y sobre todo, las pocas ganas que tenía de cambiar eso como para levantar el culo del sillón de la oficina.

Aunque yo tenía, y sigo teniendo, una pésima idea de los que se ostentan como "runners", me dejé llevar por Jorge a su grupo de salud, como lo llamó él, a las reuniones en las que se ponen a correr. Solo me llevó a la sesión en la que me presentó con el coach y después dejé de verlo por unos meses más. Su lesión le impedía entrenarse por aquel tiempo, pero yo comencé a asistir regularmente y también empecé a notar cambios en mí.
Asistía siempre porque me empecé a sentir mejor, también porque comencé a sentir ese espacio como mío, el par de horas que me dedicaba a mí mismo esas dos veces a la semana me hacía bien. Empezaba a desentumecerme de los años dedicados a las horas —días, semanas, meses— nalga.

En realidad yo no había sido siempre una pieza de infantería burocrática y sedentaria; alguna vez había sido deportista. Jugué algunos años basquet con los Leones, el equipo que entrenaba Cachi y donde jugaba también Jorge. Lo cierto es que nunca fui la gran cosa como basquetbolista, pero sabía cómo jugar, tenía buen tiro libre y buen tiro de media, me aprendía las jugadas, era fuerte, me gusta pensar que era disciplinado y tenía una muy buena condición física. Como buen adolescente, me gustaba soñar con que podría llegar lejos jugando basquet. Nunca podré saber si yo solito me hubiera podido dar cuenta de que no tenía futuro en el basquet mexicano. Eso lo hicieron mis padres y mi familia, que decidieron un buen día que era momento de comenzar a trabajar y me consiguieron un empleo en una empresa cervecera. No creo que el manifestar simplemente mi desacuerdo cuente como firme negativa, pero los chantajes, los pleitos, los lavados de cerebro y el dejarme de dar dinero para mis gastos cumplieron su cometido y terminé por aceptar el trabajo. Todos estos años mi familia ha pensado, y yo nunca he hecho por desmentirla, que estaba resentido por haber tenido que dejar el basquet. Lo cierto es que lo que me dolió es haberme distanciado de mis amigos, y yo vi en mi familia y en ese trabajo a los causantes de ello. Nunca he logrado perdonarlos y la verdad es que pienso que no quiero hacerlo. Hay cosas que no tolero que me quiten.

Creo que el basquet es una de las cosas por las que acepté ponerme a correr como jotito y hacer vida sana. Aunque hay personas a las que les he dicho que soy como Lester Burnham y que "quiero verme bien desnudo", la verdad es que lo que quiero es volver a jugar basquet. Así, sin futuro, tal y como mi familia se empeñó en hacerme pensar. Tampoco gloria ni trofeos; ni siquiera me interesa ganar siempre, solo de vez en cuando, para variar. Quiero simplemente ir y tirar tiros a la canasta, sentir el acomodo de las ideas al ritmo del "flop" que hace el balón al pasar por la red, volver a pelear las tablas, dar y recibir chingadazos, correr y saltar y ver si de repente están mis amigos compartiendo la cancha conmigo. Volver a hacer una de las cosas que más me han gustado y más he amado en esta vida. Poder regresar al único lugar en el que he deseado ser, no como Lester, sino como Peter Pan y no crecer nunca.