miércoles, 24 de abril de 2013
Quedarse ganosa
martes, 23 de abril de 2013
Relatos ruleteros - Bajo advertencia
"Gracias por cooperar"
viernes, 19 de abril de 2013
Que se pongan a trabajar
—¡Que se pongan a trabajar! —gritó de nuevo el señor, esta vez, también mentando la madre con un gesto.
Adrián sonrió con sorna. Amaba su trabajo.
jueves, 18 de abril de 2013
Stormtroopers gordos
Medina iba ojeando el periódico cuando entró al departamento del Gordo Ledesma, por eso se sorprendió cuando se vio apuntado por varias pistolas láser que eran empuñadas por una bella chica en uniforme militar y cuatro gordos metidos en armaduras blancas de Star Wars que ocupaban la pequeña sala.
miércoles, 17 de abril de 2013
Relatos ruleteros - El tubo
martes, 16 de abril de 2013
La Curva
- ¡Seeeéh! - respondió con fastidio y a coro la comunidad de presos recopilada durante el fin de semana.
- ¡Aguiñiga!
- ¡García, aquí! - respondió el primero a un par de celdas de distancia.
- Órale, a la reja... - el oficial casi no lo miró y se limitó a señalar con el pulgar hacia la mencionada reja. - ¡García!
- ¡Estrada!
La letanía de nombres continuó entre chiflidos e interrupciones por parte de los confinados, algunas súplicas, albures, mentadas de madre y bromas por parte de los infractores visitantes habituales de La Curva, duchos en sus usos y costumbres. Algunos esperaban en silencio, poniendo atención para que no se les vaya a pasar la oportunidad de salir de ahí. Otros ni cuenta se daban, seguían borrachos o drogados. Medina por su parte seguía dormitando sentado recargado en una de las paredes de la celda. Con un monumental dolor de cabeza y de panza. Había preferido arriesgarse a una peritonitis aguantando las ganas de ir al baño con tal de no utilizar el miserable agujero en el piso de la celda que según eso cumplía la función de tal. Evidentemente tampoco había dormido bien, aún le dolían las costillas a causa de la golpes que los polis que lo agarraron le propinaron.
- ¡González! -
- ¡Zepeda! - los presos respondían con ansiedad, como niños que de repente se dan cuenta de que saben la respuesta a la pregunta que les hace el maestro en clase.
- ¡López! - la voz se acercaba cada vez más a su celda pero no lo suficiente como para hacer que el Medina reaccionara.
- ¡Pelayo!
- ¿y Valerio? - preguntó una voz desde una de las celdas del fondo.
- ¡Espere su turno, cabrón, si no quiere pasarse otras horas aquí!
- Mijo, despiértate. Capaz que ahorita te nombran ¿o qué? ¿te vas a quedar un ratito mas conmigo? - María Cotita le hablaba con voz melosa. Medina se sobresaltó, como si en verdad hubiera estado dormido. Miró con los ojos muy abiertos al pequeño y macilento travesti. El otro le brindó una sonrisa que salió como pudo del rostro con el maquillaje corrido.
- ¡Martínez! - el oficial ya estaba afuera de la reja que ocupaba Medina.
- ¡Cruz! - respondió el sujeto que compartía la jaula con ellos y que había llegado el domingo por la tarde. Había dormido la mona plácidamente desde que llegó.
- Nadie sabe que estoy aquí - comenzó a decir Medina - ¿quién me va a venir a sacar?
- ¡Medina!
- ¡Ah, cabrón! ¡yo..., esteeee... Barreto!
- No se duerma, güey - el poli verificó el nombre en su libreta mientras les abría la puerta a los dos últimos mencionados. - ¡Ándele, sáquense de aquí!
- ¿Necesitas algo? - preguntó Medina a María Cotita - ¿le aviso a alguien que aquí andas?
- No, gracias, muñeco. - respondió estirándose y ahogando un bostezo aburrido, como de quien ya conoce de sobra el asunto. - Ya se la saben, al rato vienen por mi.
- Bueno, adios y gracias.
- ¡Chao mijo!
Alejo Medina iba saliendo del encierro preguntándose quien había venido por él y pensando en dónde diantres podría conseguir un sanitario decente cuando una voz lo hizo voltear.
- ¡Hombrezuelo barato! ¡Vergüenza te debería de dar que yo venga a sacarte de lugares como este! - la pequeña Maestra Pérez lo miraba severamente como si se tratara de un hijo lagartón y descarriado. - ¡Mírate nada más!
- ¡Ah, chingá! ¿y ora? ¿que haces tú aquí? - Medina trataba de acomodarse los cabellos alborotados y esconder un poco su desparpajo general: ojos rojos y lagañosos, camisa arrugada y desfajada, barba de tres días, boca pastosa y hedionda y por si fuera poco, en cualquier momento le resultaría imposible aguantar que se le saliera un pedo.
- ¿Qué ha de ser, pasmado? Vine por ti, aunque si lo deseas te puedes regresar a tu jaula.
- ¿Y tú como sabías que me tenían aqui?
- De eso luego hablamos, ve a recojer tus cosas y vámonos.
- ¿Pagaste algo?
- ¡Anda y ve por tus cosas, carajo! Después hablamos
Medina no replicó. Fue a que le devolvieran su cinturón, su sombrero, su chamarra, sus llaves, monedas, su teléfono y su billetera. Las agujetas de sus botas las habían perdido. Tras perder un cuarto de hora más salieron del lugar.
Caminaron unos metros por Avenida de los Laureles hacia el estacionamiento junto a varios personajes de la pintoresca fauna con la que Medina había compartido la celda desde la noche del sábado.
- ¿Y ahora qué? ¿me vas a decir en qué chingados andas metido?
Medina no dijo nada. Será que andaba bastante jodido que no se le dió bien el disimular y evidenció de sobra que se estaba haciendo güey.
- Me lo debes. - Pérez hablaba en serio.
Alejo Medina siguió sin responder, en lugar de eso sacó su billetera y revisó si no le habían sustraído sus papeles, su dinero y la tarjeta que había obtenido minutos antes de que le cayera encima la ley el sábado por la noche. Pérez lo miró hacer y se dió la vuelta rumbo a su auto.
- ¿Ya desayunaste? Te invito - le dijo a la pequeña y encabronada maestra.
Pérez abría la puerta de su coche y volvió a preguntar con la mirada.
- Necesito un pinche café, algo decente para comer y por lo que más quieras... un sanitario. Después te digo todo lo que quieras.
- Lo que necesitas es un duchazo, desgraciado. - dijo al tiempo que quitaba el seguro de la otra puerta. - Súbete.
Mientras un maltrecho Alejo Medina subía al auto, un tipo mal trajeado, de astroso bigote y peores modales preguntaba por él en donde hasta hacía unos minutos había estado.
-¿Cómo que ya salió? ¡Lo iban a tener guardado aquí hasta que yo viniera por él... cabrones! - vociferaba al oficial encargado cuando sonó su celular interrumpiendo sus reclamos. Escuchó durante unos instantes en silencio y luego respondió- No, Licenciado. Ya no está aquí... Lo liberaron antes de que yo llegara... Sí Licenciado... Sí... No tenga pendiente, yo me encargo. - colgó y después se dirigió de nuevo con el oficial - ¿Quién vino por él?
lunes, 15 de abril de 2013
Golpes bajos
viernes, 12 de abril de 2013
Entre Ibargüengoitia y una mujer latosa
jueves, 11 de abril de 2013
Lactobacilos
miércoles, 10 de abril de 2013
El Cocoloco
martes, 9 de abril de 2013
¿Porqué no puedo ser del Jet Set?
yo me codeo... ¡que tipo inteligente!
pero al menos tengo un Rolex
¡Lo he logrado!
Las reuniones generacionales de la secundaria comenzaban a aburrir a Medina una vez pasado el golpe de nostalgia del principio. Ahora parecían una suerte de fiesta diplomática en la que los asistentes bebían coñac meneando garbosamente la copa y hablaban de sus viajes al extranjero o de las partidas de golf y de tenis mientras presumían también el título nobiliario, el currículum y hasta el pedigrí.
Medina sabía que su prestigio no era el mejor en tal círculo.
Pero a pesar de la pompa, alguien había preparado una enorme olla pozolera con una peculiar poción: jugo de naranja, de limón, de mandarina, de lima y de toronja; caldo de cítricos al que le habían añadido también una botella de Tequileño de a litro.
Menudo brebaje.
Cuando Medina entró al lugar, todos los presentes lo voltearon a ver, como forastero que abre las puertas de vaivén de la cantina. A todos les llamó la atención su rostro desencajado, la camisa desfajada y la melena alborotada bajo el sombrero, todo esto aunado a lo súbita de su irrupción.
- ¿Estás bien? - preguntó alguien.
Se dirigió a zancadas hacia la olla del ponche y sin decir nada se empinó cinco cucharones en rápida sucesión, haciendo ruido al sorber y derramando una buena parte del líquido por las comisuras de los labios. Se limpió con la manga y remató con un sonoro eructo, con lo que ganó que no le volvieran a dirigir la palabra durante la noche.
Veinte minutos más tarde dormía plácidamente en un sillón con la cara cubierta por su sombrero mientras la fiesta continuaba y su reputación seguía yéndose al carajo.
lunes, 8 de abril de 2013
Una serie de eventos seguida de otra serie de eventos
Son un par de breves acicates de los que últimamente me estoy encontrando por todos lados. Los dos mencionados son tan sólo un par de los más sutiles. Algunos otros han venido en forma de reclamo.
Sin embargo, ninguno ha sido tan feroz como el que silenciosamente me hace el conocimiento que tengo de mi blog esperando a que le añada algunos párrafos. El par de libretas que cargo para todos lados, equipado con lápiz y pluma y sobre todo con el par de ideas que desde hace tiempo dan vueltas en la cabeza.
Por si fuera poco, últimamente la falta de tiempo dejó de ser un pretexto más o menos válido para no estar tallando lápiz.
Me siento algo peleado, un poco encabronado, con el afán que han creado las redes sociales de escribir por escribir, o mejor dicho, de 'postear' por 'postear'. Como si la disposición de un medio para publicar y que un buen número de personas lean le imponga a todos la obligación de tener que decir algo rotundo cada vez y a cada rato, condenándonos a los demás a estar leyendo puras tonterías. Habrá que sacudirse un poco de esa influencia. Regresar a los viejos tiempos en los que el libro en la balija era el que mandaba y lo que había en el buzon era lo que a fin de cuentas hablaba por el remitente.
Habrá que pegarle duro.
Tallar lápiz y romper las teclas.
Salud