El Cocoloco ya casi podía considerarse parte del activo fijo de la cantina La Filomena. Cuando no estaba ofreciéndole a los parroquianos bola para los zapatos, se sentaba en una silla junto a la puerta con una botella de Barrilito en la mano, aunque él juraba que era abstemio, y su cajón de bola a un lado, en el piso. A veces, cuando tenía monedas de a cinco, le ponía algunas a la rockola y escogía siempre las mismas canciones: La Copa Rota y Por Ellas de Jose Feliciano, nunca mencionaba a José José, con quien hacía dueto en esta última.
- "Los mejores clientes" - decía - "son los políticos. Siempre van a todos lados con un enjambre de lambiscones oliéndoles el pedo. Como moscardón y mierda. Pero eso sí, cada vez que le doy bola a alguno, cada uno de los güeyes que van con él me paga y hasta me dice que me quede con el cambio."
A veces el Cocoloco se ausenta de la cantina. Nunca le dice a nadie a dónde va, pero más de alguno ha visto su cajón de bola encargado con la recepcionista del hotel Bahía, que está a dos cuadras de La Filomena.
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