lunes, 19 de febrero de 2018

Lepidópteras

— ¿A mariposear? —preguntó ella.
— No. No mariposear... cazar lepidópteras —respondió él mientras pensaba en Polo Polo y su chiste de las mariposas de colección a las que les abre sus alitas para ensartarles una aguja el muy guarro.
— Lepi... ¿que? —hizo ella su mejor cara de inocencia.
— Lepidópteras.
— ¿Y eso que es? —ella no tenía ninguna duda en que terminaría por convencerlo al hacerlo imaginar que se internarían juntos por el bosque con sendas redecillas y dando saltitos mientras perseguían a los asquerositos gusanos alados.
— Pues... son mariposas.
— O sea que vamos a mariposear —dijo ella mientras pensaba en su propia fría punta de acero y en el largo tiempo que había pasado sin hundirla en ningún otro cazador cazado.
— Es que dicho así... —comenzó a quejarse él, macho cuadrado y conservador, aunque mariposero, al que no le gustaban las posibles connotaciones de la palabra, pero que como buen convenenciero pensó que bien podría valer la pena— Venga pues... mariposear...

Capaz que se inventaba una nueva acepción... en cualquiera de los dos casos.

lunes, 12 de febrero de 2018

Tiempos de campaña

"He aprendido a no intentar 
convencer a nadie.
El trabajo de convencer es una
falta de respeto, es un intento
de colonización del otro." 
—José Saramago


Hace unos meses, en tiempos navideños, notamos en la oficina la escualidez de algunas de las prestaciones habituales de cada año. Al delegado sindical se le ocurrió decir "Es que el dinero se necesita para las campañas".  Sí, el mismo que cada vez que nos manda un mensaje al grupo de wassap comienza diciendo "Por indicaciones de nuestro secretario general, el Maestro..."

Me pregunto si no le quedará muy dolida la panza después de tamañas arrastradas.

¿Por qué son necesarias las campañas?

Es en serio ¿por qué?

"Hagan de cuenta que están en campaña", decía la Maestra —que ni enseñaba nada—, la directora que tuve en un trabajo anterior, cada vez que encargaba trabajos que atentaban contra el horario establecido y lo razonable, cuando simplemente ordenaba que uno dejara de comer, dejara de salir a una hora decente y se negaba a pagar lo correspondiente. A echar en cara cada minuto que según ella no estaba dedicado en cuerpo y alma al par de pendejos que tiene fotografiados en la pared tras su escritorio. Los veneraba cual si fuera el retratro de María Morales, se les cuadraba y hasta se les santiguaba. Aunque no era un comportamiento nuevo el que yo observaba en ella. Ya lo había visto en personas que creía más inteligentes y con mayor dignidad. Recordarlo me molesta y me sigue sorprendiendo. Muchas veces he pensado en orinarme sobre esos retratos, en bajarlos de su puta pared pedestal y hacer una maldita hogera con ellos. Par de pendejos muy pagados de sí mismos mientras trataban de ocultar la erección que tenían mientras los retrataban y pensaban que mucha gente les estaría haciendo felaciones mentales a sus retratos.

En fin, campaña.

Ya más de una vez me han pedido eso, que la haga de carne de cañón, de infantería y mano de obra gratuita como tanta gente que va y lo hace con la esperanza de que la revolucion les haga justicia y esa justicia viene despues en forma de insultantes prevendas y favores ridículos con la oculta condición de que uno siga rindiendo pleitesía... me da vergüenza recordarlo. Pero no me admira tanto de mí mismo, me asquea recordarlo y más aún pensar en las personas que están plenamente convencidas, que han aceptado por completo el ideal y que están dispuestas a la lambisconería por ello.

Convencimiento... alguna vez José Saramago me enseñó que no hay un acto más invasivo que tratar de convencer a alguien... y yo me siento invadido en tales circunstancias... ¿como puede alguien convencer a otra persona sobre lo que tiene que querer? ¿sobre lo que tiene que creer?

Alguna vez me metí a la sede estatal del partido y no pude evitar recordar a José Martí: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas". Aunque afortunadamente no pasé mucho tiempo allí, sí fue suficiente para asustarme con algunas cosas que vi adentro y que me mostró la clase de cosas que hay en la cabeza de esas personas. Un letrero que decía: "El partido es la patria, y la patria es primero".

lunes, 5 de febrero de 2018

El Derecho a la Ignorancia

Quizás muchos de nosotros hayamos visto alguna de las muchas adaptaciones al cine o a la televisión de la obra de Charles Dickens, Un Cuento de Navidad (A Christmas Carol), de 1843. Adaptaciones que, en su mayoría, han sido hechas para un público infantil y la presentan como una fantasía navideña con afán aleccionador. Sin embargo, la obra literaria original no se toca el corazón cuando de mostrar aterradores a los fantasmas que aparecen en ella se trata, particularmente el encuentro con Jacob Marley me puso los nervios de punta cuando la leí. También la aventura con el Espíritu de la Navidad Presente resulta algo estremecedor:
Antes de desaparecer, el espíritu muestra al protagonista Ebenezer Scrooge a un niño y una niña harapientos y desnutridos, de origen trágicamente humano: Son los hijos de los hombres —contestó el Espíritu, mirándolos—. Y se acogen a mí para reclamar contra sus padres. Este niño es la Ignorancia. Esta niña es la Miseria. Guardaos de ambos y de toda su descendencia.
Cuando Scrooge pregunta si no tienen a nadie que los cuide, el espíritu vuelve a responderle con sus propias palabras: "¿No hay prisiones? ¿No hay asilos?"

Al margen de que esta obra representa muchos pensamientos de la Era Victoriana, es innegable la influencia que ha tenido hasta nuestros días. Sin embargo, pienso que la advertencia que hace al lector sobre el cuidarse de la Ignorancia y la Miseria es algo maniquea al no admitir que en muchas maneras todos somos ignorantes y cargamos con nuestra ración de miseria, lo cual es, como dice el propio Dickens en su obra, "trágicamente humano".

Hoy me referiré solamente a la ignorancia. Albert Einstein decía que todos somos ignorantes, lo que ocurre es que ignoramos diferentes cosas. La búsqueda de conocimiento, que también es un rasgo humano, entra en conflicto directamente con la aceptación de la ignorancia humana, y es entendible que la casta intelectual la vea como un defecto cuando por milenios ha sido utilizada como herramienta de sometimiento a manos del poderoso.

Alguna vez, en la escuela, nos dijeron que el filósofo Sócrates dijo "Sólo sé que no sé nada", y que esta era una frase célebre, aunque no nos dijeron por qué; tampoco nos dijeron que Sócrates no escribía nada y que quien tomaba nota de sus enseñanzas era en realidad su discípulo Platón —era su alumno ñoño— y que fue en sus textos que se encontró esta frase refiriéndose precisamente a su maestro Sócrates. En fin, a mí me tomó años darme cuenta, o creer darme cuenta, de lo que esta frase quiere decir y reflexionar en ello me ha hecho pensar mucho en lo románticamente que estamos sometidos a ideas y conceptos como los ya mencionados de la ignorancia y la miseria (como si siempre malos) y a algunos otros como la verdad y la fidelidad (como si siempre buenos). Seguiré refiriéndome solamente a la ignorancia.

Al volverse una opinión generalizada el que "la ignorancia es dañina", nos hemos vuelto consumidores de conocimiento sin medida y en nuestro temor de ser ignorantes hemos dejado que alguien más decida qué conocimientos podemos o no adquirir. He llegado a pensar que estoy sometiéndome a una sobreexposición de información, o mejor dicho, de datos —que no es lo mismo—, y muchos de ellos solamente me hacen ruido, ocupan mi mente. En los peores casos, me provocan una reacción emocional innecesaria e inútil y por lo tanto, infructuosa. Yo decidí entonces que estar a merced de los medios masivos de comunicación es dañino para mí. Pensé que es momento de decidir entre no estar informado y estar mal informado. De modo que decidí no estar informado.

Y la gente me ha regañado porque no sé quién es tal o cual artista, llegan y me sueltan pláticas asumiendo que yo sé de que están hablando, en temas que yo sé que todo mundo tiene de boca en boca sin detenerse a pensar en ellos: fútbol, política, religión. Hemos hablado alguna vez de que uno de los vicios de la comunicación humana es el asumir, asumir lo que el otro piensa, asumir la reacción del otro, asumir el comportamiento de los demás, y pasa que casi siempre asumimos mal. Pues bien, me ocurre muy seguido que la gente asume que soy un hombre religioso, ocurre que la gente asume que me interesa el fútbol, ocurre que la gente asume que estoy enterado de las tonterías que los políticos dicen por todos lados ahora en tiempos electorales y que hasta me sé la tonadita idiota de sus canciones de campaña, asumen que deseo ser incluido en grupos de chat e incluso soy forzado a permanecer en ellos y a darme por enterado de las banalidades que allí se comparten.

Muchas veces les quiero gritar que no quiero saber de eso, que quisiera ser un ignorante en esos asuntos.

Sé que mientras más conocimiento se adquiere y se hace uso de él, con análisis y síntesis, una persona puede llegar a darse cuenta del alcance de su propia ignorancia y pienso que a eso se refería Sócrates. La sutileza del significado de su frase ha sido explotada a lo largo de los años como una expresión de conformismo cuando debería ser un aliciente a seguir aprendiendo cosas.

Tampoco nos han hablado del derecho a elegir los momentos y las materias en las que deseamos permanecer ignorantes.