lunes, 27 de julio de 2015

Las mismas pisadas

Cuando despiertas ves secretos inconfesables viajando hacia el sol. ¿Te parece divertido?

No.

No, porque eso significaría que toda la cloaca que guardas en tu interior se ha destapado. Y aunque el metafórico viaje hacia el sol significaría que todo terminará abrasado por este primigenio elemento —cual solución cliché del hombre de acero—, la idea poética de que eso es un final no te convence del todo. 

Piensas que tu mente te está jugando rudo en complicidad con tus ojos, de modo que te los frotas, esperando con este gesto sacudir la modorra y que al abrirlos de nuevo tengas la certeza de que todo fue un maldito sueño. Te alegras al comprobar que, efectivamente, soñaste con el fin del suplicio. Sonries, conciente de que sigue donde lo dejaste la noche anterior: carcomiéndote las entrañas.

La costumbre se impuso después de pasar tanto tiempo deshaciéndote de él. Pensaste que no sabrías que hacer en su ausencia, te dio miedo comprobarlo, y dijiste "mañana". Te lo dijiste tantas veces que conseguiste, por fin, convencerte.

Un éxito al fin.

Culero.