martes, 31 de diciembre de 2013

Connotación



La Keku ya no recuerda quienes eran los clientes con los que estaba en esa ocasión, aunque sí recuerda que uno de ellos era un chaparrito carismático al que metió bajo su blusa y no lo dejó salir hasta que le dejó babeadas las tetas mientras los otros tres miraban el futbol americano en la tele del bar. Hasta se habían olvidado del pequeñuelo. Ella estaba comenzando a aburrirse y si no fuera porque los tipos en cuestión eran los únicos en el bar esa tarde de domingo, les hubiera dado esquinazo. En lugar de eso se puso a presumirles su abundantes carnes y a mostrarles una diminuta tanga al tiempo que decía mil palabrotas por segundo. Llegó un momento en que se puso entre la televisión y los parroquianos, con lo que ganó que uno de ellos le diera una nalgada y le gritara "¡qué culote!"

Ella guardó silencio de pronto y pareció sumirse en la melancolía. Hasta el chaparrito se salió de debajo de su blusa y se puso a ver el partido de americano con los demás.

— Yo pensaba que me llamaban la Keku por "qué culote"... —dijo después de un rato de silencio.

— ¿Y no? —preguntó uno de ellos.

— No... resulta que es por "qué culera".

Todos asintieron en silencio y brindaron, siguieron mirando el americano e ignoraron un rato más a la Keku.

— Eh, tú... —le dijo de pronto a uno de ellos— te pago toda la peda, lo que quieras. Pero vente conmigo ya.

Mientras el resto del grupo miraba una derrota más de los Raiders de Oakland a manos de los Miami Dolphins, la Keku bailaba sobre el elegido en un camastro del hotel frente al bar.

— ¿Te dije porqué me llaman la Keku?

— Si, lo dijiste allá abajo.

— Si, bueno, pero lo de culera no es porque yo esté fea.

— ¿Ah, no?

La mujer se levantó, dejando al hombre mirándola desde la cama, y contoneándose y dándose a sí misma una nalgada llegó hasta donde había dejado su bolsa, de donde sacó una enorme pistola revólver y se puso a jugar y posar con ella de forma teatral mientras el otro, sorprendido y asustado la miraba hacer.

— No. Lo de culera es por méndiga malintencionada.

miércoles, 11 de diciembre de 2013

lunes, 7 de octubre de 2013

viernes, 27 de septiembre de 2013

Frases rotundas sin querer

"No abandonar la marcha cuando las musas se van de putas... porque estás de acuerdo que luego las pinches musas se van de putas y lo dejan a uno colgado de la brocha pensando, teclado en mano: 'puta, y ahora ¿qué escribo?'"

- G. Palomera

miércoles, 11 de septiembre de 2013

viernes, 23 de agosto de 2013

Bien mal

Mi amigo el Guaguarón se empeña en que escuche indie, y a mí en general, no me gusta el indie. Dos o tres bandas; dos o tres rolas, no más. El resto me caga. Sin embargo mi amigo el Guaguarón hace buenas recomendaciones, sabe de lo que habla, y yo procuro no botar nada sin antes echar una escuchada pues dos tres veces ha salido algo que bien vale la pena fingir que ignoro que es de ese género deficiente.

Al comentar el asunto con mi amigo el Pirata me dijo lo siguiente:

—"¿No te gusta el indi? Pos que triste, te pierdes de oir bandas que suenan bien mal, que se supone tienen ideas geniales y no logran plasmarlas y suenan bien aburridas. Jajajajajaja Tu te lo pierdes. Un abrazo compa"

¡Me encanta charlar de música con los amigos!

jueves, 25 de julio de 2013

Quintillas: Pinche musa

Cuando la pinche musa
se siente de altos vuelos,
a ser gentil se rehúsa
y es idea difusa:
A jalarla por los pelos.

martes, 23 de julio de 2013

Quintillas: Clase Mundial

Bienvenida la presencia
de este clima pluvial,
aunque provoque dolencia
y ponga en evidencia
empresas de "clase mundial"

lunes, 22 de julio de 2013

Quintillas: Necedad

Sigo siendo un necio
por tirar mi tiempo aire
en gente que con desprecio
sólo hace silencio,
imponiendo el desaire.

jueves, 16 de mayo de 2013

Un comentario acerca del nacimiento del Heavy Metal

Desde que he tenido la fortuna de comentar sobre temas de Rock y su historia de una manera más formal ya sea en el periódico o en la radio, cada vez que he hablado sobre el nacimiento de algún género o subgénero, he procurado hacer énfasis en el hecho de que ningún artista honesto tiene el propósito de inventar algún género sino de simplemente buscar un modo original y creativo de expresar su arte.

Seguramente Tony Iommi, el Padre del Heavy Metal, nunca amaneció un día y pensó "Hoy voy a inventar el Heavy Metal" mientras se desayunaba su plato de cereal. Se le atribuye la creación del característico riff metalero y por consiguiente, del sonido duro y potente con el que Black Sabbath consiguió pasar a la historia. Él solamente quería poder tocar la guitarra. Hubo un tiempo, siendo joven y buscando un lugar apenas en el mundo musical, en el que estaba resignado a no poder tocar más, ya que sufrió un accidente laboral en la fábrica donde trabajaba en el que perdió la punta de los dedos de su mano derecha. Cualquiera podría haberse deprimido.

Pero Tony Iommi no es cualquiera.


Un amigo le habló de un jazzista belga llamado Django Reinhardt que había perdido la movilidad de dos dedos de su mano izquierda y sin embargo inventó el modo de usar los que le quedaron para convertirse en un influyente músico del jazz. Esta historia inspiró a Iommi, quien usando su ingenio y sus conocimientos de metalurgia se fabricó unas prótesis metálicas que después derivaron en goma para seguir tocando. Además de eso también bajó la afinación de su guitarra para que las cuerdas estuvieran menos tensas y así poderlas tocar más fácilmente.


¿Que fue lo que obtuvo? Una afinación que le dio la tonalidad característica al Heavy Metal.


Django Reinhardt nunca conoció el heavy metal, ni siquiera pudo terminar de ver el nacimiento del Rock and Roll ya que falleció en 1953, pero sin su deseo de seguir tocando ni las ganas también que le puso Tony Iommi quizás Black Sabbath hubiera sido una banda psicodélica más y muy probablemente el Metal no sería lo que hoy conocemos.

lunes, 6 de mayo de 2013

Vorágine

Reporte o aviso... sí, tan sólo eso.

Me complazco en informar que en estos últimos días he recibido buenas noticias laborales que me tendrán muy ocupado en mi profesión de informático y que me impedirán volver a postear como lo hice el último mes. Sin embargo es mi deseo no tener olvidado mi blog como lo hice el año anterior.

Gracias a los que me han hecho llegar sus comentarios. Seguimos a la orden.

Salud

viernes, 3 de mayo de 2013

Cuantitativo vs Cualitativo

Escuché a un amigo por la radio decir, en referencia a mí, que debe ser difícil estar atrapado en el cuerpo de un programador de sistemas siendo escritor. Lo es.

Lo es porque no siempre he podido empatar ambas actividades y mis más largos periodos de inactividad bloguera corresponden con los mismos periodos en los que he tenido que redoblar mi atención a mi profesión. Directamente proporcional, resultan los lapsos en los que escribo mucho y mi producción de códigos baja. Desafortunadamente, y hablo desde mi disfraz de escritor, a quien he tenido que dedicarle más tiempo es al programador ya que de esa actividad es que vivo.

Este pasado mes de abril escribí más entradas en mi blog que vaios años anteriores juntos. De hecho es el mes en que he colocado más entradas. Aquí es donde comienzo a tratar de hacer un balance entre lo cuantitativo y lo cualitativo. En realidad no se trata del número de entradas. Para mí el ejercicio se trata de obligarme a inventar algo y escribirlo, analizarlo y si considero que vale la pena, mejorarlo y en los mejores casos, utilizarlos. Revisando contextos y personajes.

Llegó ya mayo y con él el ánimo de continuar con el ejercicio. Fuera del blog sigo revisando, corrigiendo y recopilando.

El texto por fin crece.

Salud y gracias!

miércoles, 24 de abril de 2013

Quedarse ganosa

—Tú eres cantinero y te consta que a los clientes se les ocurren muchas pendejadas de lo más raras. Estoy seguro de que más de alguno te ha querido partir la madre alguna vez. —Janis parecía querer iniciar una conversación con Adrián, pero más bien se decía las cosas a sí misma. Como si se quisiera convencer de algo y para ello necesitara de un comparsa que escuchara su monólogo.— ¿A poco no piden cosas extrañas?

Adrián Avilés asintió en silencio mientras le daba una revisada a las notas de venta. Conocía los desvaríos cargados de introspección en los que a veces se embarcaba la Janis. Le dio una calada a su cigarro seguida de un trago al vasito de whisky con el que acostumbra acompañar la jornada laboral antes de responder.

—Una vez llegó un cabrón todo arañado de la cara. Era cliente habitual, de modo que el resto de los que estaban aquí pisteando comenzaron a burlarse de él —"ve nomás cómo te dejó tu vieja" - "le hubieras dicho que en la cara no, nomás en los güevos" — y él alegaba que se había caído en un matorral. Aquí lo raro, o mejor dicho, lo mamón, fue que pidió una copa del whisky más fino que tenemos aquí y se puso a limpiarse los arañazos con él mientras que para beber pidió puro mezcalito.

—¡Já! Pos esa yo te la mato.

—De todos modos, nomás estabas esperando a que te diera cuerda pa' contar la tuya ¿no?

—Es que vengo sacada de onda con un cliente de la estética. Ya le ha dado por ir una vez cada dos semanas. ¡Y en lugar de coger quiere que me ponga a hacerle cosquillas...!

—¿Neto?

—¡Si! Se retuerce de la risa durante quince minutos pero dice que sólo así se le quita el estrés.

—Ajá ¿y tu?

—¿Yo? ¡Yo me chingo! ¡me quedo ganosa!

martes, 23 de abril de 2013

Relatos ruleteros - Bajo advertencia

—Un día se subieron tres cabrones cholos, joven. Iban ya medio alumbrados. —Relató el taxista al tiempo que extendía sus dedos pulgar y meñique derechos— Me hicieron llevarlos hasta la colonia Jalisco. Eran como las tres de la mañana cuando llegamos y me dijeron que no me iban a pagar— "¿cómo que no me van a pagar?" — "y hágale como quiera"— me dijeron, ya hasta se estaban bajando del taxi. Caminando, ni siquiera corriendo.

—¡Ah cabrón! ¿y usted qué hizo? —Imposible que yo no me interese en una charla que comenzaba con tal prólogo.

Pos les saqué ésta. —dijo el viejo mientras sacaba de debajo de su asiento una pistola que bien pudo pasar como mortero a ojos míos, que siempre le he temido a las armas de fuego— y les dije:— "¡Ora hijos de la chingada! ¡hínquense!"

—¿Y se hincaron?

—¡A güevo! Cuando voltearon ya les estaba yo apuntando y pa' pronto ya estaban besando el pavimento. —el viejo ya había guardado el arma, para tranquilidad mía.

—¿Y qué hicieron ellos?

—Se pusieron a chillar y a decirme que estaban jugando y que enseguida me pagaban. En chinga que me pagaron, joven. Hasta me dieron dinero de más. Y después les dije que se largaran y ai' los tiene corriendo a los muy culitos. Cabrones.

—¿Los dejó ir así nomás?

—No, les hice un tiro a las patas cuando ya se estaban yendo. ¡Pa´que vieran que no me ando yo con mamadas!

No sé si el viejo le largaba a todos los pasajeros ese discurso cada vez que abordaban su taxi, enseñada de pistola incluida. Pero creo que resultaba bastante efectivo para evitar cualquier tentación de querer transárselo.— Bueno, aquí en la esquina me deja bien ¿cuánto le debo?

"Gracias por cooperar"

Con su morralito y la mochila colgadas al hombro, la lonchera y la caja con libros en su mano izquierda, Alejo Medina trataba de maniobrar con las llaves del departamento y la batería del carro con la derecha. Aborrecía hacer esa clase de malabares a diario. Bajar el par de pisos por la estrecha escalera y todavía tener que pasar por el cancel que daba a la calle que normalmente le exigía una vez más operar las llaves con tal equipaje a cuestas. Sin embargo lo prefería a tener que dar dos o tres vueltas. También prefería quitar y poner a diario la batería del auto, por absurdo que sea, a tener que verse obligado a comprar una al encontrarse conque una vez más algún malnacido se la había robado. Desventajas de carecer de cochera.

Ya eran tres las ocasiones en que se encontraba con dicha sorpresita. Tres ocasiones en que había tenido que ir a comprar una batería, previa explicación al vendedor y que éste le informe del precio 'al cambio'. —Al cambio —Repetía Medina siempre, tomando aliento antes de subir el tono de voz—. Te estoy diciendo que me la acaban de robar ¿qué quieres tú que yo traiga para cambiar? —Percibía cierto dejo de burla cada vez que le insinuaban el dichoso cambio. La última vez había, según él, asegurado el artefacto con cable de acero. Lo encontró cortado —Con alicates, de seguro, joven. — y flácido ocupando le hueco que hasta hacía unas horas llenaba la batería. Se sentía como Polo Polo cuando abre el cofre de su auto y espera ver un letrero —"¡Aquí, aquí!" —. Quizás un día de éstos le dejen una nota en donde le den las gracias por cooperar con una batería más.

Estaba conectando la batería cuando desde el interior del departamento que da a la calle escuchó la voz del vecino, Don Fede, que le gritaba:

—¿Medina? ¿eres tú, Medina?

—Sí Don Fede... ¡Gracias Don Fede! —respondió Medina sin dejar de trabajar dentro del cofre de su auto.

Don Federico estaba alerta, eso era bueno. Hasta la tercera vez que le robaron a Alejo Medina la batería se enteró del asunto. Pasaba las noches en vela, decía él, mirando porno en la computadora, de modo que su calidad como vigilante nocturno era cuestionable. Sin embargo se agradecía la intención.

—¿Sabes quienes son, verdad?

—Para que digo que sí, si no, Don Fede.

—Es lo malo, no puede uno señalar a nadie sin por lo menos haberlo visto. —Don Fede ya había salido a su puerta y miraba a Medina ajustar su auto mientras hablaba.

—Eso es lo que me hubiera gustado. Haberlo visto al desgraciado. Tener la oportunidad de darle una patada en los güevos. Pero tengo tan mala suerte que abusan luego de la pobre condición física de uno y se echan a correr.

—Mejor asi ¿no?

—Sí... quizás sea mejor así. —Medina ya estaba encenciendo el coche, listo para irse a la oficina.— Buen día Don Fede.

—Buen día.

viernes, 19 de abril de 2013

Que se pongan a trabajar

NOTA: Hace un par de años, le mandé un mensaje de texto a mi amigo Adrián Avilés con una pregunta: "¿Si tu tuvieras una cantina cómo la llamarías?", al cabo de unos minutos llegó la respuesta. El ficticio lugar ya apareció publicado en Elvis es un buen tipo con el nombre que me sugirió Adrián. Hoy que retomo el entorno y los personajes para tratar de desarrollarlos, caigo en la cuenta de cierta similitud involuntaria y desintegrada que tiene el nombre de la cantina. Van pues, en dedicatoria, este y futuros relatos donde salga El Mono en el Espacio, al Mico de la nave que va camino hacia ningún lugar. Salud!
- CGG


El Mono en el Espacio no tenía mucha concurrencia esa noche, se acercaba el fin de mes y además era martes. Solamente los parroquianos más asiduos ocupaban los lugares de costumbre. Adrián Avilés limpiaba vasos detrás de la barra mientras en su cabeza sonaban las notas de Los Timbales de Acerina, ajenos a la Melodía de Arrabal que sonaba a todo volumen desde la rockola del lugar y a las necedades que decían los comentaristas futboleros desde la televisión que colgaba de las esquinas del techo. Carlos Gardel y su melancólica voz no se comparaban, según Cayetano, con la mejor danzonera del mundo. A la tv ni caso le estaba haciendo.

Aún había tiempo de que llegara más clientela, recién eran las once de la noche, tiempo en que la fauna urbana que no estaba ya en casa durmiendo buscaba un buen uso para esas difusas horas en las que la noche se convierte en madrugada. Era una chamba que Adrián no cambiaba por nada. Amaba entre otras cosas, el performance cantinero que cada uno de los clientes hacía a diario.

—¡Chingas a tu madre, baboso! —gritó un señor trajeado y de ajada corbata a la pantalla que mostraba a los analistas deportivos de Disneylandia hablando por teléfono con uno más de los futbolistas que volvían de Europa a vender espejitos. Era evidente que el tipo le hablaba al futbolista y que ya tenía varios tragos encima. Aunque interrumpió los pensamientos de Adrián, sus acciones no podían estar más acordes con la reflexión que había estado teniendo sobre el comportamiento de los clientes.— Chinga tu madre. Son todos unos puercos. —dijo el señor con desconsuelo antes de regresar su atención a su cigarro y a su tarro de cerveza.

—¿Qué le dirías a la gente de León que te fue a recibir al estadio y que, se dice fácil pero, meter 15,000 personas entre semana...? —preguntó el comentarista al futbolista en la tv.

—¡Que se pongan a trabajar! —gritó de nuevo el señor, esta vez, también mentando la madre con un gesto.

Adrián sonrió con sorna. Amaba su trabajo.

jueves, 18 de abril de 2013

Stormtroopers gordos

Este relato está dedicado a
mis grandes amigos de SWT
 en estos momentos difíciles.
La mejor de las vibras.
Resistir es vencer.
- CGG


Medina iba ojeando el periódico cuando entró al departamento del Gordo Ledesma, por eso se sorprendió cuando se vio apuntado por varias pistolas láser que eran empuñadas por una bella chica en uniforme militar y cuatro gordos metidos en armaduras blancas de Star Wars que ocupaban la pequeña sala.

La cara de Alejo parecía decir "¿qué pedo?"

—¿Cómo hiciste para entrar en ese disfraz, pinche Gordo? —preguntó al más alto.

—Lo interesante es ver cómo voy a salir. —respondió con voz cavernosa desde dentro de su casco.

—¿Habeis visto la cara que puso? —preguntó la sonriente chica a los otros, con un acento entre venezolano y español para después saludar. —. ¡Hola!

—¡Hola! Alejo Medina, servidor.

—Mira pinche inge. Ella es mi amiga Mariana. —dijo Ledesma mientras se quitaba el casco, igual que los otros tres.— De Caracas, pero viene de Madrid. Ellos son Luis y Tony, también de Caracas y Rodrigo, chileno que viene de Maracaibo. Nos vamos al Comictlán y soy su anfitrión. Amigos, este es el inge Alejo Medina. Buen amigo. — "¡hola pana!" —dijo cada uno de ellos al saludar al Alejo, quien mascullaba fórmulas de salutación y bienvenida, abrumado aún por la sorpresa.

—¿A Comictlán? ¿DF? ¿cuánto tiempo estarás allá?

—Unos tres días.

—Gordo, no me desampares con el asunto que tenemos pendiente. —Medina puso ahora cara de afligido.

—Mira inge. —le puso en las manos un enorme recopilador— Aquí tienes todos los correos que encontré en la cuenta de Pardo, ordenados por fecha y hora. Allí viene también una copia en disco. Te adjunto varias páginas con las contraseñas, cuentas, direcciones y datos varios que me fui encontrando de todo este lío. También va anotado, aunque no haría falta, mi correo y mi teléfono.

—Bien, pero ¿que sigue? ¿por dónde comienzo?

—La primer página del montón —Ruan Ledesma abrió la carpeta que sostenía Medina y señaló con un dedo—, trae un índice con los contactos con los que Pardo intercambia estos correos, no son muchos, pero te los clasifiqué según la frecuencia y número de correos que se mandan. Quizás te sirva.

Medina se sentía algo abrumado ante la cantidad de información que el Gordo había reunido tan sólo de romper una contraseña. No sabía muy bien qué decir.

—Deberías de revisarlo con cuidado, porque ya te diste cuenta de que le estás moviendo el tapete a alguien.

—Creo que me iré a comenzar a leer. —contestó un resignado Alejo Medina mientras contemplaba la magnitud de lo que Ruan le había dado como resultado— ¿que vas a hacer tu?

—Ya te dije, soy el anfitrión de mis amigos. —dijo Ledesma señalando al sonriente grupo de cosplayers.— Es noche de cerveza mexicana, tequila y tacos ¿gustas?

—Sale, pero quiero una foto acompañado de ustedes disfrazados. Con una de ésas.—dijo Medina señalando una de las armas de utilería.

miércoles, 17 de abril de 2013

Relatos ruleteros - El tubo

—Parecían una familia normal, mano. La señora, el morrito y el señor. Me hicieron la parada y atrás se subieron la señora, joven la señora y el chavito... con un tubo.
—¿un tubo? —pregunté para estimular la narración.
—Si, un tubo, era de tres cuartos y como de un metro de largo... lo vi por el retrovisor... y adelante se subió el señor, joven también. El chavito tendría como cinco años.

El chofer del taxi lo contaba con nervio, hasta parecía que seguía viendo el mentado tubo cada vez que miraba el retrovisor. Encendió un Marlboro, me ofreció y acepté.

—¿y?
—Se subieron allá por la Josefa Ortíz y la 56 y me dijeron "déle derecho, hasta el parque de la Soli", ni siquiera negociaron la tarifa, y pos hasta ahí todo normal, ya hasta se me había olvidado el tubote... hasta que cruzamos Plutarco. Fue cuando el señor se puso a preguntarle a su señora —"¿Aquí es?" — "no" — "¿Aquí es?" — "no" —y así cada cuadra, el señor se veía encabronado cada vez más hasta que la doña le dijo: "en la siguiente esquina" — "¿segura? ¿estás segura?" — "si" — "¡párese en la esquina!" —y pos que me paro. Era una casa en una esquina, ya ni me acuerdo cual, pero si paso por allí seguro que me acuerdo. —"¿segura que aquí es?" —preguntó el cabrón— "sí, segura" — "¡échame el tubo!" —y la vieja que le pasa el tubo —"¡No te vayas a ir!" —me dijo a mi ¿pero cómo me iba yo a ir? con la doña y el chavito ahí...
—¿Y que hizo el otro? —pregunté ya de plano inmerso en el relato, aprovechando que el chofer hacía pausa para darle unas caladas al cigarro que desde hacía unos minutos se consumía solo mientras su propietario narraba.
—Pos comenzó a darle de tubazos a todo lo que veía.
—¡ah, no mames!
—¡Si! Las ventanas, las puertas, las macetas, al carrito que estaba estacionado afuera ¡nombre! se estuvo como cinco minutos haciendo desmadre, tubazos a lo cabrón, y de la casa, nada. Yo pensé que iba a salir alguien a meterle unos tiros a ese güey, o que iban a llegar los polis, pero ¡nada!
—¿Y usted que hizo?
—¿Pos que iba yo a hacer? Me dediqué a ver la pachanga de tubazos... y cuando terminó volvió a subirse a mi taxi, no sin antes pasarle de nuevo el tubo a la señora... —"listo, ámonos" —dijo él— "¿a dónde, joven?" —le pregunté yo— "de regreso". Y ahi vamos, de regreso a donde los subí. Se fumó un cigarro en el camino y ya no dijo nada más. Sólo la doña. Cuando llegamos y se estaba bajando del carro dijo: "A ver si se le quitan las ganas de andar de caliente al hijo de la chingada...".

martes, 16 de abril de 2013

La Curva

- ¡A ver cabrones! Cuando escuchen su primer apellido ustedes contestan con el segundo ¿está claro? - preguntó el prieto y gordo oficial a eso de las siete y media de la mañana. - El que no conteste ya se jodió hasta el mediodía.

- ¡Seeeéh! - respondió con fastidio y a coro la comunidad de presos recopilada durante el fin de semana.
- ¡Aguiñiga!
- ¡García, aquí! - respondió el primero a un par de celdas de distancia.
- Órale, a la reja... - el oficial casi no lo miró y se limitó a señalar con el pulgar hacia la mencionada reja. - ¡García!
- ¡Estrada!

La letanía de nombres continuó entre chiflidos e interrupciones por parte de los confinados, algunas súplicas, albures, mentadas de madre y bromas por parte de los infractores visitantes habituales de La Curva, duchos en sus usos y costumbres. Algunos esperaban en silencio, poniendo atención para que no se les vaya a pasar la oportunidad de salir de ahí. Otros ni cuenta se daban, seguían borrachos o drogados. Medina por su parte seguía dormitando sentado recargado en una de las paredes de la celda. Con un monumental dolor de cabeza y de panza. Había preferido arriesgarse a una peritonitis aguantando las ganas de ir al baño con tal de no utilizar el miserable agujero en el piso de la celda que según eso cumplía la función de tal. Evidentemente tampoco había dormido bien, aún le dolían las costillas a causa de la golpes que los polis que lo agarraron le propinaron.

- ¡González! -
- ¡Zepeda! - los presos respondían con ansiedad, como niños que de repente se dan cuenta de que saben la respuesta a la pregunta que les hace el maestro en clase.
- ¡López! - la voz se acercaba cada vez más a su celda pero no lo suficiente como para hacer que el Medina reaccionara.
- ¡Pelayo!

- ¿y Valerio? - preguntó una voz desde una de las celdas del fondo.
- ¡Espere su turno, cabrón, si no quiere pasarse otras horas aquí!

- Mijo, despiértate. Capaz que ahorita te nombran ¿o qué? ¿te vas a quedar un ratito mas conmigo? - María Cotita le hablaba con voz melosa. Medina se sobresaltó, como si en verdad hubiera estado dormido. Miró con los ojos muy abiertos al pequeño y macilento travesti. El otro le brindó una sonrisa que salió como pudo del rostro con el maquillaje corrido.
- ¡Martínez! - el oficial ya estaba afuera de la reja que ocupaba Medina.
- ¡Cruz! - respondió el sujeto que compartía la jaula con ellos y que había llegado el domingo por la tarde. Había dormido la mona plácidamente desde que llegó.
- Nadie sabe que estoy aquí - comenzó a decir Medina - ¿quién me va a venir a sacar?
- ¡Medina!
- ¡Ah, cabrón! ¡yo..., esteeee... Barreto!
- No se duerma, güey - el poli verificó el nombre en su libreta mientras les abría la puerta a los dos últimos mencionados. - ¡Ándele, sáquense de aquí!
- ¿Necesitas algo? - preguntó Medina a María Cotita - ¿le aviso a alguien que aquí andas?
- No, gracias, muñeco. - respondió estirándose y ahogando un bostezo aburrido, como de quien ya conoce de sobra el asunto. - Ya se la saben, al rato vienen por mi.
- Bueno, adios y gracias.
- ¡Chao mijo!

Alejo Medina iba saliendo del encierro preguntándose quien había venido por él y pensando en dónde diantres podría conseguir un sanitario decente cuando una voz lo hizo voltear.

- ¡Hombrezuelo barato! ¡Vergüenza te debería de dar que yo venga a sacarte de lugares como este! - la pequeña Maestra Pérez lo miraba severamente como si se tratara de un hijo lagartón y descarriado. - ¡Mírate nada más!
- ¡Ah, chingá! ¿y ora? ¿que haces tú aquí? - Medina trataba de acomodarse los cabellos alborotados y esconder un poco su desparpajo general: ojos rojos y lagañosos, camisa arrugada y desfajada, barba de tres días, boca pastosa y hedionda y por si fuera poco, en cualquier momento le resultaría imposible aguantar que se le saliera un pedo.
- ¿Qué ha de ser, pasmado? Vine por ti, aunque si lo deseas te puedes regresar a tu jaula.
- ¿Y tú como sabías que me tenían aqui?
- De eso luego hablamos, ve a recojer tus cosas y vámonos.
- ¿Pagaste algo?
- ¡Anda y ve por tus cosas, carajo! Después hablamos

Medina no replicó. Fue a que le devolvieran su cinturón, su sombrero, su chamarra, sus llaves, monedas, su teléfono y su billetera. Las agujetas de sus botas las habían perdido. Tras perder un cuarto de hora más salieron del lugar.

Caminaron unos metros por Avenida de los Laureles hacia el estacionamiento junto a varios personajes de la pintoresca fauna con la que Medina había compartido la celda desde la noche del sábado.

- ¿Y ahora qué? ¿me vas a decir en qué chingados andas metido?

Medina no dijo nada. Será que andaba bastante jodido que no se le dió bien el disimular y evidenció de sobra que se estaba haciendo güey.

- Me lo debes. - Pérez hablaba en serio.

Alejo Medina siguió sin responder, en lugar de eso sacó su billetera y revisó si no le habían sustraído sus papeles, su dinero y la tarjeta que había obtenido minutos antes de que le cayera encima la ley el sábado por la noche. Pérez lo miró hacer y se dió la vuelta rumbo a su auto.

- ¿Ya desayunaste? Te invito - le dijo a la pequeña y encabronada maestra.

Pérez abría la puerta de su coche y volvió a preguntar con la mirada.

- Necesito un pinche café, algo decente para comer y por lo que más quieras... un sanitario. Después te digo todo lo que quieras.

- Lo que necesitas es un duchazo, desgraciado. - dijo al tiempo que quitaba el seguro de la otra puerta. - Súbete.

Mientras un maltrecho Alejo Medina subía al auto, un tipo mal trajeado, de astroso bigote y peores modales preguntaba por él en donde hasta hacía unos minutos había estado.

-¿Cómo que ya salió? ¡Lo iban a tener guardado aquí hasta que yo viniera por él... cabrones! - vociferaba al oficial encargado cuando sonó su celular interrumpiendo sus reclamos. Escuchó durante unos instantes en silencio y luego respondió- No, Licenciado. Ya no está aquí... Lo liberaron antes de que yo llegara... Sí Licenciado... Sí... No tenga pendiente, yo me encargo. - colgó y después se dirigió de nuevo con el oficial - ¿Quién vino por él?

lunes, 15 de abril de 2013

Golpes bajos

Feral llegó a la arena jalando su maleta y, como es tradicional en los enmascarados, con la máscara puesta. Máscara negra por completo, sin boca y con malla en los ojos, negra también. Parecía un uyuyuy, pero en rudo. La gente que había llegado temprano y que ya se encontraba ocupando su lugar en las gradas lo miraba pasar sin acercársele. Era distinto a otros luchadores a los que el público saludaba o los niños se acercaban a conocer. Ni siquiera le metaban la madre las señoras entronas que acostumbran defender a los luchadores técnicos. El Guerrero Universal lo vio entrar en los vestidores, venía llegando después que Feral y a diferencia del otro, recibió algunos saludos, chiflidos y se le acercaron niños; hasta sonó entre las gradas una mentada de madre. El respetable estaba vivo.

En el vestidor, Feral tampoco habló con nadie. Se conocía con pocos de los luchadores locales. No había venido a socializar, sino a que lo vieran luchar. Estaba comenzando a cobrar fama en las arenas donde se presentaba, tenía buenos fundamentos de llaveo y era espectacular con los lances. Tenía buenos detalles. Sin embargo a los otros luchadores no les gustaba repetir una lucha con él. Era parco para hablar, tendía a luchar para lastimar y no jugaba en equipo.

Esa tarde fue lucha de parejas, el Guerrero Universal hacía pareja con el Vengador, Feral salió con Velo de la Muerte. Todo iba bien, cosa normal hasta la tercera caía en la que el Guerrero había lanzado a Velo de la Muerte sobre Feral y éste se quitó, provocando que Velo cayera de feo modo sobre la lona. Todo fue alarido y rechifla entre el público, estaban gozando de la lucha. El Guerrero volvió a engancharse con Feral.

- ¿Qué estás haciendo? ¿No viste a tu pareja? - le preguntó por lo bajo.

- A luchar. - dijo el otro por toda respuesta.

No insistió el Guerrero, pero algo en su instinto le dijo que no le hiciera confianza.

Velo de la Muerte abandonó a Feral, que de todos modos alcanzó a hacer unos lances que a la gente le gustaron y a aplicar un par de llaves que dolieron sobre sus adversarios, hasta que terminó regalando la lucha al bando técnico al aplicar un golpe bajo que ni siquiera escondió del referee. Podría decirse que todo normal, pero algo denotaba la mala vibra. La raza en las gradas estaba en el mejor punto, listos para la lucha estelar.

No esperó por su pareja y sin mirar atrás se fue a los vestidores.

viernes, 12 de abril de 2013

Entre Ibargüengoitia y una mujer latosa

"Los monumentos, hay que admitir, son piedras que cuestan una fortuna..." —Escribía lentamente el Gordo Ruan Ledesma, tratando de imaginar la infinidad de ejemplos con los que podría ilustrar la frase.

— ¿Vicente? ¡Vicente! —preguntó la enorme figura que estorbaba el paso de la luz a través de la puerta y que una vez más lo llamaba por un nombre que no era el suyo. ¡Qué curioso que viniera a interrumpirlo justo en esa parte de la cita que estaba tratando de analizar! Muy molesto, como siempre, pero curioso.— Tengo un problema con la exportación de una base de datos... —Ahora fue ella la que se vio obligada a interrumpir su frase ante el índice que exigía silencio, levantado de súbito por parte del Gordo Ledesma que se obligó a sí mismo a terminar de escribir la frase: "... y que se olvidarían si no fuera porque estorban el tránsito. Ibargüengoitia".— 'Monumento de mujer, ésta.' —pensó Ruan.— 'Costoso, muy probablemente. Estorboso, sin duda.' —Tomó aire y volteó a mirarla.

— Ruan, mi nombre es Ruan. No Vicente ¿qué base de datos te está dando problemas?

Tras unos minutos en los que se dividió entre la búsqueda de palabras sencillas para explicar lo necesario y repetírselo dos o tres veces a la interesada, regresó a la lectura de frases y citas. Había pasado el comienzo del año acompañado de la lectura de Jorge Ibargüengoitia y se estaba entreteniendo con algunas de las frases más sabrosas.

"Hablo y escribo en guanajuatense distritofederalizado" —económica y audaz.

— Pase maestro, él es Vicente y es quien le ayudará a configurar su cuenta de usuario. —La mujerona volvía, obligando a Ledesma a interrumpirse de nuevo. Esta vez acompañada de un señor que iba en busca de asesoría técnica y que sin duda era ajeno a la equivocación reiterada. 

— Ruan Ledesma, servidor. —saludó al señor lo más enfáticamente que pudo, para ver si de una vez por todas le quedaba claro a ella que su nombre no es Vicente.

Una vez hecho lo anterior, regresó a las frases. Una de las más memorables la encontró en La Vela Perpetua: "Iba a misa todos los días y comulgaba y le pedía a dios nuestro señor y a la santísima virgen que me dieran una compañera que fuera al mismo tiempo decente y cachonda". El personaje lo desesperaba, pero la frase lo hizo reir.

Cuando terminó su jornada laboral, dejó sobre su escritorio un letrero con su nombre impreso en letras de 72 puntos y se fue pensando en que no tenía idea de cuál era el nombre de ella.

jueves, 11 de abril de 2013

Lactobacilos

Eran cerca de las 10 de la noche cuando Medina llegó a casa de Nina, como siempre, le mandó un mensaje al celular para anunciar su llegada en lugar de tocar al timbre. Un par de minutos después ella salió a recibirlo. Una vez más, pensó que se veía guapísima aun y cuando ella nunca se maquilla. Eso debe ser. Además no acostumbra decírselo porque tampoco es muy agradecida con los piropos. Después de abrazarse al encontrase, pasó a la habitación del fondo de la casa, habitación pequeña y sencilla, con un ropero sobre el que había una televisión, una cómoda, un sofá de dos plazas lleno de ropa, una cama matrimonial y una pequeña mesa con su respectiva silla. Los padres de Nina hacía rato que estaban ya en su recámara en el piso superior. Con tres botellas de caguama que ella le dio, Medina salió a la calle una vez más a rellenarlas en la vinatería de la esquina, a comprarse unos cigarros y a buscar un par de botellitas de lactobacilos para ella. Era noche de jueves: dominó y cerveza.

—Que bueno que llegaste, me moría por una chela. —dijo ella cuando regresó con la bolsa de botellas sudorosas, mientras sintonizaba su televisión en algún canal donde pasaran rolas decentes. Medina destapó la primer cerveza y procedió a servir en los vasos que Nina había acercado a la mesita. Nina comenzó a hacer la sopa y a abrir las notas de la partida en una pequeña libreta. Rodaron algunas monedas de a peso sobre la mesa. Insistía en jugar apostando pesitos.

Hacía más de un año que salían de vez en cuando, ajenos a todo glamour y romance, se limitaban la mayoría de las veces a circular en el carro de Medina mientras daban cuenta de las cajetillas de cigarros, los sixes de cerveza, siempre ojo avizor por si los sorprendía algún representante de la ley. Cuando Medina se cansó de gastar gasolina y estar arriesgándose a que algún policía lo detuviera fue que ella sugirió pasar las noches jugando dominó en su casa. Era una buena idea. Hacía mucho que Alejo no tenía dónde jugar y ella lo hacía bastante bien. Partidas reñidas, intercambio de pesitos.

Hora de por medio, hacían una pausa en la charla para que ella sacara su botellita de lactobacilos y se pusiera a fumar crack, con lo que pasaba algunos minutos sumida en el mutismo.— "Después de que fume, no me hables". —Él era obediente en ese sentido. No le gustaba Nina cuando fumaba piedra. No le gustaba pero se sabía cobarde para hacerle alguna crítica al respecto. Hacía años que había visto más de un caso en el que buenos jóvenes echaban una buena parte de su vida a la basura a causa de la droga. Alguna vez tendría que fajarse los pantalones y hacérselo saber a la mujer con la que acostumbraba jugar al dominó y tomar cerveza hasta altas horas de la noche y a la que irremediablemente quería bien.

—Se me acabaron los pesos.

—Tu me dirás. —Medina ya había pasado alguna vez a apostar besitos en lugar de pesitos. No estaría mal que las apuestas subieran.

—Vamos jugando así. Ya veremos. —dijo ella.

—Sale.

Poniendo su mejor empeño en una buena partida de dominó, Medina estuvo a punto de colgarle un zapato a Nina. Era más la curiosidad. Sin embargo ella sabía su maña. Quizás fuera que Alejo dejó de pensar con su mente y se dejó distraer por el discreto pero bonito escote de Nina, el caso es que terminó perdiendo.

—Vamos. —dijo ella— Llévame a un viaje sideral, eso gané. —La muy infame quería ir a comprar otra piedrita.

Medina condujo en silencio durante todo el viaje, encabronado y rumiando una vez más su cobardía.

miércoles, 10 de abril de 2013

El Cocoloco

El Cocoloco ya casi podía considerarse parte del activo fijo de la cantina La Filomena. Cuando no estaba ofreciéndole a los parroquianos bola para los zapatos, se sentaba en una silla junto a la puerta con una botella de Barrilito en la mano, aunque él juraba que era abstemio, y su cajón de bola a un lado, en el piso. A veces, cuando tenía monedas de a cinco, le ponía algunas a la rockola y escogía siempre las mismas canciones: La Copa Rota y Por Ellas de Jose Feliciano, nunca mencionaba a José José, con quien hacía dueto en esta última. 

- "Los mejores clientes" - decía - "son los políticos. Siempre van a todos lados con un enjambre de lambiscones oliéndoles el pedo. Como moscardón y mierda. Pero eso sí, cada vez que le doy bola a alguno, cada uno de los güeyes que van con él me paga y hasta me dice que me quede con el cambio." 

A veces el Cocoloco se ausenta de la cantina. Nunca le dice a nadie a dónde va, pero más de alguno ha visto su cajón de bola encargado con la recepcionista del hotel Bahía, que está a dos cuadras de La Filomena.

martes, 9 de abril de 2013

¿Porqué no puedo ser del Jet Set?

Con esa gente diferente
yo me codeo... ¡que tipo inteligente!
Tengo el bolsillo agujereado,
pero al menos tengo un Rolex
¡Lo he logrado!

- Soda Stereo


Las reuniones generacionales de la secundaria comenzaban a aburrir a Medina una vez pasado el golpe de nostalgia del principio. Ahora parecían una suerte de fiesta diplomática en la que los asistentes bebían coñac meneando garbosamente la copa y hablaban de sus viajes al extranjero o de las partidas de golf y de tenis mientras presumían también el título nobiliario, el currículum y hasta el pedigrí.

Medina sabía que su prestigio no era el mejor en tal círculo.

Pero a pesar de la pompa, alguien había preparado una enorme olla pozolera con una peculiar poción: jugo de naranja, de limón, de mandarina, de lima y de toronja; caldo de cítricos al que le habían añadido también una botella de Tequileño de a litro.

Menudo brebaje.

Cuando Medina entró al lugar, todos los presentes lo voltearon a ver, como forastero que abre las puertas de vaivén de la cantina. A todos les llamó la atención su rostro desencajado, la camisa desfajada y la melena alborotada bajo el sombrero, todo esto aunado a lo súbita de su irrupción.

- ¿Estás bien? - preguntó alguien.

Se dirigió a zancadas hacia la olla del ponche y sin decir nada se empinó cinco cucharones en rápida sucesión, haciendo ruido al sorber y derramando una buena parte del líquido por las comisuras de los labios. Se limpió con la manga y remató con un sonoro eructo, con lo que ganó que no le volvieran a dirigir la palabra durante la noche.

Veinte minutos más tarde dormía plácidamente en un sillón con la cara cubierta por su sombrero mientras la fiesta continuaba y su reputación seguía yéndose al carajo.

lunes, 8 de abril de 2013

Una serie de eventos seguida de otra serie de eventos

Charlie Runkle le dijo a Hank Moody alguna vez en tono irónico: "El propósito detrás de un blog es una narración continua ¿ves? Una serie de eventos seguida de otra serie de eventos." y hace un par de días, Guillermo Arriaga escribió en su cuenta de twitter: "El bloqueo de escritor no debe ser una excusa para dejar de escribir, sino un reto. Ve y derrota la página en blanco. Demuestra quien manda."

Son un par de breves acicates de los que últimamente me estoy encontrando por todos lados. Los dos mencionados son tan sólo un par de los más sutiles. Algunos otros han venido en forma de reclamo.

Sin embargo, ninguno ha sido tan feroz como el que silenciosamente me hace el conocimiento que tengo de mi blog esperando a que le añada algunos párrafos. El par de libretas que cargo para todos lados, equipado con lápiz y pluma y sobre todo con el par de ideas que desde hace tiempo dan vueltas en la cabeza.

Por si fuera poco, últimamente la falta de tiempo dejó de ser un pretexto más o menos válido para no estar tallando lápiz.

Me siento algo peleado, un poco encabronado, con el afán que han creado las redes sociales de escribir por escribir, o mejor dicho, de 'postear' por 'postear'. Como si la disposición de un medio para publicar y que un buen número de personas lean le imponga a todos la obligación de tener que decir algo rotundo cada vez y a cada rato, condenándonos a los demás a estar leyendo puras tonterías. Habrá que sacudirse un poco de esa influencia. Regresar a los viejos tiempos en los que el libro en la balija era el que mandaba y lo que había en el buzon era lo que a fin de cuentas hablaba por el remitente.

Habrá que pegarle duro.

Tallar lápiz y romper las teclas.

Salud

jueves, 31 de enero de 2013

MetalVolks del 30/01/13 - Covers Metaleros

Un cover, desde mi punto de vista, es la interpretación que un artista hace de la canción original de otro artista. Todos los músicos comienzan haciendo covers y muchos continúan haciéndolos aún y cuando su carrera ya esté teniendo éxito mediático. Ya sea a manera de homenaje, de reconicimiento a las raices musicales o por mera diversión. Existen covers que se vuelven más famosos que la versión original, llegando incluso a provocar que haya quien piense que se trata precisamente de una canción original.

Existen polémicas cuando se llegan a propagar versiones que de plano son destruidas por el artista que pretende hacer el cover. Con esto, se ha polarizado el asunto dentro del público, dividiéndolo en pro y contra. Detalles de si suena igual o no, si es parecido o no y más cuestiones.

Siendo estrictamente mi opinión, creo que un cover se tiene que hacer con respeto y dignidad hacia la canción original. Y aunque evidentemente tenga que sonar lo más parecido posible es un hecho que el artista que interpreta debe poner su toque y estilo personal en el resultado.

En esta emisión de MetalVolks presento un especial de puros covers metaleros. 

Bandas interpretando a otras bandas de metal, como Arch Enemy cantando a Megadeth, Van Canto interpretando a Nightwish, Mötorhead a Metallica o Amon Amarth a System of a Down. Versionando a clásicos también, como Iced Earth y The Iron Maidens precisamente a Iron Maiden, Metallica a Queen o Megadeth cantando a Black Sabbath.

También crossovers entre géneros, como los blackmetaleros de Graveworm cantando rolas de R.E.M, The Ramones dándole un giro punk a The Doors, Children of Bodom dándole velocidad a Billy Idol o los indies de Franz Ferdinand tocando una versión metalera de Blondie.

Y para quienes se indignan cuando algún plástico popero destroza alguna rola metal, tenemos el ejemplo de Theatres des Vampires haciendo una interesante versión de Mecano, a los mismos Children of Bodom burlándose de Britney Spears y a Brujería haciendo una muy bizarra versión techno pop de la Macarena.

Más rolas, más bandas..., más Metal...! solo en MetalVolks!




martes, 1 de enero de 2013

Incluye las dosis


Mi suegro, Don Cliserio Olivares, le decía a mi mujer: "Llámame, y te llamo", es decir, si ella tomaba la iniciativa de llamarle por teléfono, a los pocos días él le llamaría a ella, en el entendido de que con esto se establecería un hábito de comunicación. Quizás era algo extremo tratándose de dos parientes tan cercanos como padre e hija. Pero cada vez que pienso en mis corresponsales, no puedo menos que recordarlo y estar de acuerdo con él.

¡Salud Sr!

Yo escribía cartas, muchas cartas. Tenía el hábito de escribir cartas. Pero la falta de reciprocidad y nula iniciativa por parte de los corresponsales casi terminó con ese hábito.

Digo casi porque de vez en cuando me nace el deseo de escribirle una carta a alguien. Por lo menos esa cosquilla aún sale de vez en cuando. Pero de pronto recuerdo que la mayoría de mis corresponsales, por llamarlos de algún modo, son unos malditos ingratos de los que tengo años quejándome. Más de una vez los he castigado dejándoles de escribir para después arrepentirme y volverlo a hacer y no pasa mucho tiempo para que me recuerden el motivo por el que dejé de escribir en primer lugar.

Qué poca madre!

El asunto me encabrona. Quizás le doy demasiada importancia.

Lo que sí creo que en definitiva debo dejar de hacer, es desperdiciar mi saldo de celular mandando mensajes que no tendrán respuesta.

Pero extraño escribir cartas.

De modo que, a la chingada. Volveré a escribir cartas. Será mi propósito para este 2013 alimentar la que considero una saludable costumbre de comunicación.

Pero buscaré nuevos corresponsales.