jueves, 24 de diciembre de 2015

Las perras

"Podríamos haber sido nosotros, pero prefirió a sus perras", pensaste
mientras mirabas sin disimular tu rencor a las asistentes del Coordinador
al enterarte de que otra vez las ha favorecido con un significativo
beneficio.

Las malas lenguas dicen que se las está cogiendo a las dos, y aunque lo
cierto es que a nadie le consta, quienes tratan con ellos, como tú, se
imaginan que más bien ellas se lo cogen a él, a juzgar por los modales de
dueñas y señoras que han adoptado ambas.

Lo dicho: son unas perras.

Son mucha pieza para el viejo y no pocos se imaginan el frasco de
píldoras azules que ha de necesitar para seguir el paso de ellas.
Recordaste sonriendo lo que decía Don Lupe Barrera —en paz goce—:
"cuando el cuerpo mengua, con la lengua". También pensaste en lo que
decía con respecto a cuando el cuerpo es nulo y juzgaste que bien podría
ser el caso también, tomando en cuenta que el Coordinador es un político.
Después de todo, él también se comporta como dueño y señor.

Las perras. Sus perras —o eso piensa él— se han visto beneficiadas una y
otra vez desde la llegada del viejo. Contratos, puestos, horarios,
sueldos..., vaya, hasta prestaciones que ni sabías que existen y que a la
autoridad y al sindicato les conviene —y les complace— que así siga
siendo.

Cada una de ellas quiere ser la perra alfa, y si para eso tiene que comerse
los güevos del viejo y las entrañas de la otra, lo hará sin misericordia.

Antes había tres perras. La que falta es linda, a ti te lo parecía. Amable y
con clase. Podrías decir que no es perra —si no fuera porque es mujer—, y
hasta la echas de menos. Es alguien decente.

Por eso ya no está.

A veces parece que las perras se tienen mucho aprecio y abundante
confianza. Pero no. Es solo que saben que al enemigo hay que tenerlo
cerca.

El Foquito

La carretera había sido monótona y solitaria desde hace casi diez kilómetros. La oscuridad ha ido tomando poco a poco el lugar de la vista de los maizales conforme caminas hacia la lejana luz de un foco que esperas pertenezca a alguna casa. La ponchadura había sido de lo más inoportuna y te obligó a soportar el viento invernal a pie, tropezando con el borde de la oscura carretera a cada decena de metros. Esperas que se pueda pedir ayuda donde está la luz. Lo deseas con más vehemencia tras tropezar una vez más.

Pero no. No se puede pedir ayuda. El foco pertenece a un pequeño altar levantado en esa lejanía. Altar en honor a algún fallecido en ese tramo carretero. La pequeña construcción era una especie de cubículo con unas ventanas de vidrio sucio por las cuales se podía mirar al interior. Había flores de plástico y algunas viejas y gastadas veladoras, unas imágenes de santos también. La bombilla estaba conectada clandestinamente a un poste cercano y aunque algo tenue, habías visto su luz casi un kilómetro antes.

Observas que allí donde está el altar hay un entronque de una terracería que se une a la carretera donde venías, y que unos metros más adelante hay varios señalamientos: Parada de autobuses, No rebasar, San Jiloteo pinchemil kilómetros, No deje piedras en el pavimento, etc. Te acercas a donde están los letreros y te pones a orinar. Te causa gracia eso de "No deje piedras en el pavimento", no puedes evitar imaginar a los desocupados automovilistas haciéndose a la tarea de colocar piedras en medio de la carretera. Ries. Te estremece una nueva ráfaga de viento que aúlla mientras te la sacudes antes de volver a guardarla en el pantalón. Hace cada vez más frío y te maldices. Te insultas de lo lindo por no tener refacción, por no haber cargado el celular y por no haber comprado cigarros tampoco. Pendejo.

Volteas nuevamente a donde está el altar y es entonces que lo ves. Allí parado ante el triste mausoleo y sin duda mirándote, un señor, pequeño ranchero con una raída chamarra y un sombrero. Figura iluminada por el foquito, no puedes distinguir el color de sus ropas ni sus facciones, de modo que no sabes si es joven o viejo. Está simplemente parado con sus brazos a los costados del cuerpo. Te viene a la mente la frase que dice que de noche todos los gatos son pardos con tonada de los Caifanes. No le ves la cara pero no tienes duda de que te está viendo. Te acercas.

— Buenas noches —dices mientras das unos pasos hacia él— ¿Sabe usted dónde puedo...? —pero te interrumpe su mano que se levanta mostrándote la palma exigiendo te detengas.

Lo miras desconcertado, él sigue sin dar muestra alguna de efusividad. Tan solo gira su brazo que, después de haberte interrumpido, ahora señala con su índice hacia el maizal que está detrás del altar. Volteas a ver qué es lo que te señala el viejo. Nada. Solo la misma milpa que ha formado parte de tu paisaje carretero durante las últimas horas.

— Oiga ¿Qué chingados...?

Pero cuando te diriges nuevamente al viejo, ya no está. No hay rastro de él. Por no dejar, no dejó ni huellas donde estaba parado. Otra ráfaga de viento y a ti se te erizan los pelitos de la nuca, aunque sabes que no es el frío invernal lo que ocasiona esto último.

Decides que tu curiosidad bien puede sustituir a tu miedo y vuelves a mirar hacia donde señaló el viejo —¿por qué insistes en pensar que es un viejo?—. Caminas hacia la milpa, llena de plantas bastante más altas que tú, la luz del foquito no alcanza a iluminar demasiado y tú vas mirando el suelo cuidando de no caerte y cuando llegas al borde del maizal, salen dos enormes y negras manos que se abren paso de entre las matas.

Fue lo último que viste.

domingo, 9 de agosto de 2015

Cómo ser gordo en un mundo crosfitero

Posiblemente su conciencia le juegue rudo y le provoque algunos momentos de debilidad, esos en los que las recomendaciones de sus amistades pueden hacer mella en usted y comience a ingerir comida de vacas y licuaditos de forma paralela a su dieta normal alta en grasa. Es indispensable que haga caso omiso de ella. Búrlese de los que publican en todos lados fotos de sí mismos siendo sanísimos al tiempo que cuelgan de un tubo, cargando con el peso del mundo mientras combinan a la perfección su vestimenta deportiva; o fotos de todo lo insípido y saludable que se llevan a la boca. No haga ningún caso de lo buenas que están las promotoras del gimnasio o terminará pagando una membresía que no utilizará. Tampoco preste atención a las que corren, a fin de cuentas no las alcanzará. Cuídese de quienes lo retan diciendo que bajar de peso es cuestión de huevos. Tienen colesterol. Pero sobre todo, ignore los llamados de su propio cuerpo. No falla.

Concurso El Péndulo de Instrucciones escritas de modo literario .

lunes, 27 de julio de 2015

Las mismas pisadas

Cuando despiertas ves secretos inconfesables viajando hacia el sol. ¿Te parece divertido?

No.

No, porque eso significaría que toda la cloaca que guardas en tu interior se ha destapado. Y aunque el metafórico viaje hacia el sol significaría que todo terminará abrasado por este primigenio elemento —cual solución cliché del hombre de acero—, la idea poética de que eso es un final no te convence del todo. 

Piensas que tu mente te está jugando rudo en complicidad con tus ojos, de modo que te los frotas, esperando con este gesto sacudir la modorra y que al abrirlos de nuevo tengas la certeza de que todo fue un maldito sueño. Te alegras al comprobar que, efectivamente, soñaste con el fin del suplicio. Sonries, conciente de que sigue donde lo dejaste la noche anterior: carcomiéndote las entrañas.

La costumbre se impuso después de pasar tanto tiempo deshaciéndote de él. Pensaste que no sabrías que hacer en su ausencia, te dio miedo comprobarlo, y dijiste "mañana". Te lo dijiste tantas veces que conseguiste, por fin, convencerte.

Un éxito al fin.

Culero.

jueves, 28 de mayo de 2015

Alguno de los muchos motivos por los que odio la ruta 142

Pensé por un momento que el camión se iba a pasar de largo como suele hacerlo cuando el semáforo está en verde en Nicolás Romero y avenida Hidalgo. Igual le hice la parada, resignado a esperar un rato más. Sin embargo se detuvo, de suerte que yo no le había hecho ninguna seña obscena al chofer, de modo que abordé y le tendí el billete de veinte pesos. No creí que fuera a haber ninguna objeción, pero el tipo me dirigió la palabra, obligándome con ello a quitarme los audífonos, aunque ya había perdido parte de lo que me quería decir.

—¿Qué?
—Que no hay parada en esta esquina.
—¿Ah, no?
—No.
—No veo ningún señalamiento.
—No lo han puesto. Solamente nos dijeron que aquí no hay parada. Perdemos dos minutos en este semáforo.

No le hice más caso. Lo dejé rumiando su coraje. Volví a ponerme los audífonos y me acomodé en la parte trasera del camión, de pie pues no había asientos disponibles y busqué la página en la que había dejado pendiente mi lectura.

El chofer y sus dos minutos perdidos podían irse mucho al carajo.

jueves, 30 de abril de 2015

Buzón

Hoy después de muchos años, regresé al buzón. Una vez más deposité un par de sobres y me puse a desear que llegaran bien a destino.

En ellos van puestas mis esperanzas de que la llave a otro mundo abra. Que la cerradura no se mueva ni que tenga candado extra.

Ojalá que resulten buenas noticias...

...de verdad las necesito.

Frases rotundas sin querer, Lo más difícil

"Escribir fácil es lo más difícil del mundo"

—Benito Taibo, Persona Normal

Grohl

jueves, 9 de abril de 2015

miércoles, 11 de marzo de 2015

Yo, sin palabras pero...

...ai' les dejo a este compa que, ciertamente tiene explicaciones bien sencillas


(como si el sólo comprender las cosas sirviera de algo)

lunes, 5 de enero de 2015