jueves, 15 de julio de 2010

Manual Ultra Rápido para Saber qué Diantres Hacer Cuando de Repente se tienen un Par de Horas Libres (gracias a un impuntual)

Es en ocasiones como ésta en las que me doy cuenta de lo hecha que tengo mi rutina.

Rutina.

Me molesta esa palabra, lo suficiente para disfrazarla con un eufemismo: ¿costumbre? ¿hábito? Los matrimonios le temen y a mi me da en cara porque pone en evidencia el sedentarismo del que trato de huir escribiendo.

¿Escribir no es una actividad sedentaria?

En fin, no se trata de hacer una reivindicación de mis propósitos de año nuevo sino de tratar de echar para afuera el sentimiento de culpa que me da el haber avisado a la oficina mi inasistencia de hoy por la tarde. No les dije, desde luego, que iba a emplear el tiempo en darle cauce a un proyecto personal, que iba a ir a un café a hacer una entrevista de las que realizo para confeccionar un libro. Imagínese.

Disfruto de los cafés, la vista, el ambiente, por supuesto la bebida; pero lo que más me gusta de ir a un café es charlar con la(s) personas(s) que para tal fin se supone que me acompañan.

Verme de repente solo en la mesa a causa de una cancelación, con todo el tiempo que había reservado ex profeso, desata en mi la ansiedad del "¿qué chingados hago ahora?", "¿a dónde chingados voy?", "¿a quién chingados le llamo?"

Mi directorio telefónico está lleno de contactos que también tienen sus ocupaciones.

En realidad el tiempo del que dispongo no es suficiente como para ir y realizar otra actividad que no sea aquélla para la cual reservé dicho tiempo (ni siquiera la actividad a la que le tuve que escurrir el bulto en primer lugar).

No tengo conmigo un libro ésta vez pero traigo el periódico del día. Tomar nota: No olvides tus libros.

Traigo mi cuaderno, de suerte que pude escribir esto en algo más que servilletas.

Como dije lineas arriba, hay buen ambiente (La Cafetería, Robles Gil y Libertad), buena música, buena vista (¡si señor!), buen café... tan sólo no hay compañía.

Creo que me tengo que despojar de la preocupación y la culpa que me vienen cuando de repente me encuentro con un par de horas libres y disfrutar el rato...

...aunque sea yo solo.

martes, 13 de julio de 2010

La piedrita en el engrane II


¡Cuanta gallardía, chingá!

Hay veces en que la solución a un problema suena tan simple que no nos explicamos cómo es que apareció dicho problema en primer lugar.

Hace unos días anunció el Secretario de Vialidad y Transporte de Jalisco, Diego Monraz la colocación de cámaras de video en las afueras y en el interior del recinto donde se aloja dicha secretaría con el fin de combatir la corrupción. Todos estos temas tienen muchos detalles con los cuales se puede formar una discusión y una polémica.

El simple hecho de hacer lo anterior me dice que el Sr Secretario acepta que en la secretaría a su cargo existe la corrupción (¿habrá colocado camarita también en su oficina?).

Sin embargo, una vez más se le da a la corrupción el trato de ente fantástico y terrible, enemigo de la decente sociedad jalisciense. Olvidan quizás decir que la corrupción es un aparato tan asentado y organizado que no basta con las ingenuas buenas intenciones de campaña mediática para erradicarla con una medida como la de las camaritas.

Pongámonos por un momento a hablar de uno de los dos lados de la corrupción que casi nadie toca y si lo hace, es de un modo moralista y mojigato.

Hablando de Vialidad y Transporte ¿quién es el corruptor? Resulta que el corruptor es usted y soy yo, el ciudadano común y corriente al que le gusta jugar el papel de víctima pero que sin lugar a dudas es el insumo principal de este aparato.

Todos hemos tenido prisa, todos hemos tenido un mal día y lo reflejamos al conducir, todos cometemos torpezas, todos nos sentimos ases del volante, a todos se nos hace fácil dar una vuelta prohibida, pasar un alto o hacer caso omiso de algún señalamiento. Y casi ninguno tiene a la mano la Ley de Tránsito y Vialidad de Jalisco o sus documentos en regla.

Imagínese el festín para un agente (vulgo, támaro) que simplemente se pasea en moto como tiburón en medio de un cardumen. Seguramente los peces también piensan que el tiburón es malvado.

El támaro no hace más que explotar nuestra ignorancia de las leyes, nuestra güeva de ir a tramitar nuestros papeles, nuestra negativa a salir de nuestra comodidad yendo a perder una mañana en la secretaría y sobre todo, nuestro miedo a la llamada de atención, a que a nuestro vehículo se lo lleven al corralón o nos quiten nuestros papeles. En resumen, explota nuestra necedad de no hacernos responsables de nuestro vehículo ni de nuestra forma de conducirlo.

¿Usted cree que el inofensivo támaro se va a ir a tomar un refresco y a comer una torta ahogada con los 100 pesos que le de por perdonarle pasarse una luz roja del semáforo? ¿De verdad cree que ese dinero es para él?

¿Cuánto dinero cree usted que recauden, digamos en medio día? ¿le gustan $2,500? ¡Todo mundo querría ser támaro!

¿o no?

¿Usted quisiera ser támaro si le dijeran que esos dos mil quinientos pesos se los tuviera que dar completitos a su comandante? ¡claro! Porque si no, se baja usted de la moto y se va a tragar smog al crucero más jodido que encuentre para usted el susodicho comandante, o lo sientan en una bici para que queme esa panza de mariachi que se carga. No, mejor seguir subido en la moto pescando incautos, es más fácil, aunque todos los días encuentre la moto con un par de litros menos de gas que cuando la entregó el día anterior y le tenga que llenar el tanque de su bolsa (habrá que esforzarse y sobrepasar un poco la "cuota" pa' que salga pa' la gas) ¿No le habían puesto bujías nuevas a su moto? ¿si? ¿y dónde están? Si mete usted su moto al taller corre el riesgo de tenerla detenida toda la semana y con eso no poder cubrir la cuota. No, mejor meterla a un taller particular aunque deba pagar una vez más de su propio dinero (¿dije "propio dinero"? jeje). Quizás al final del día quede algo de plata para cenar algo.

¿Se imagina usted porqué a veces los támaros parecen tan implacables?

¿Usted cree que alguno de verdad tenga deseos de no morder?

Póngase ahora por un momento en los zapatos del comandante... vaya, los números que estoy mencionando son al tanteo pero la ecuación es sencilla: La mitad pa'rriba. La cuarta pa'bajo. ¿quién sigue después del comandante? ¿y después? Coja usted altura.

Pobrecitos ¿verdad?

Como el tiburón, no son malos, hacen lo necesario para vivir en su medio.

¿Qué pasaría con los tiburones si se les acabaran los bancos de peces para comer?

Haga un experimento. La próxima vez que se pase un alto, o lo pillen con exceso de velocidad amárrese un güevo y no le dé ni madres de dinero al támaro. Lo único que pasará es que deberá sufrir la sanción correspondiente.

Solo imagine un día (uno), sólo 1 (uno), en el que ningún támaro obtenga nada de los ciudadanos. Piense por un momento lo que le ocurriría al Aparato Completo.

Sólo un día, carajo.

Si usted estudiara un poco el reglamento de tránsito bien podría defenderse con éxito ante cualquier intento de abuso... Si usted se tomara unas horas podría ir a pagar su refrendo al inicio de cada año, su verificación ¿porque no? a todos nos gusta traer afinadito el carro. Saque como es debido su licencia y refréndela cada vez que expire. Si toma no maneje. Cuide su forma de conducir. Hágase responsable de las tarugadas que haga al volante.

Suena fácil, mas no cómodo.

¿No quiere hacerlo? Nos haría un favor a todos dejando de conducir, la verdad.

No sea güevón(a), no sea tont@, deje de ser un buen negocio para estas ratas y entonces podrá exigir.

domingo, 4 de julio de 2010

El oficio vendrá y te agarrará de los tompiates...

Dado que no hay plazo que a su término no llegue,
aquí sentado frente al bloc de notas me tienes.
Tanta blancura impone; a intimidarme alcanza.
Trato darme valor y digo:
"vamos, no pierdas la esperanza".

- Menuda Coincidencia en Verso ¿sin esfuerzo?

No puedes evitar recordar a los personajes de Trino en La Chora Interminable: un escritor en mangas de camisa con un eterno cigarro en la mano que nunca escribe nada y una Musa chafa acompañándolo... vaya, te consta que las oleadas de inspiración de repente llegan y no te dejan en paz hasta que les das salida. De repente usas tiempo clandestino para aventajarle a la novela que espera pacientemente desde hace meses a que le añadas capítulos, párrafos. Dejas de escribir algunos códigos, algunos programas, chamba que todo mundo espera que hagas para ayer para sacarte de la manga un capítulo de 5 cuartillas para la mencionada novela. Excelente, pero de pronto el sentimiento de culpa asqueroso y detestable llega a fastidiarte el momento de éxito. Tomas por asalto tres cuartos de hora que se supone son para otra cosa y te metes a un café con una silla cómoda y un enchufe cercano para la laptop y se te van dos tercios del tiempo pensando qué demonios escribir que justifique la infracción. Tarde de lluvia, dispones de un par de horas a solas en tu estudio... tasa de café, pachita nalguera con un poco de licor, un par de rebanadas de pan tostado, y pinchemil gigas de música a tu disposición. Nada. Sabes que no tienes todo el día, toda la tarde... ni siquiera toda la noche o días próximos. Tu oficio regresará a agarrarte de los tompiates y no te los soltará hasta que termines los reportes para el sistema de información de los programas de inversión escolar, o que le avances algo al sistema de información hospitalaria que tiene meses de retraso y que te está robando mucho de tu tiempo, la chamba por fuera ocupará tus tardes y tus noches; hasta tiempo del que oficialemente no dispones. Carajo. Darías mucho para que eso se acabe y puedas usar ese tiempo para escribir otras cosas. Paciencia, te dices mientras los minutos pasan y se acerca el momento en que deberás apagar la computadora y olvidarte hasta nuevo aviso de contar con tiempo disponible para "escribir".