¡Cuanta gallardía, chingá!
Hay veces en que la solución a un problema suena tan simple que no nos explicamos cómo es que apareció dicho problema en primer lugar.
Hace unos días anunció el Secretario de Vialidad y Transporte de Jalisco, Diego Monraz la colocación de cámaras de video en las afueras y en el interior del recinto donde se aloja dicha secretaría con el fin de combatir la corrupción. Todos estos temas tienen muchos detalles con los cuales se puede formar una discusión y una polémica.
El simple hecho de hacer lo anterior me dice que el Sr Secretario acepta que en la secretaría a su cargo existe la corrupción (¿habrá colocado camarita también en su oficina?).
Sin embargo, una vez más se le da a la corrupción el trato de ente fantástico y terrible, enemigo de la decente sociedad jalisciense. Olvidan quizás decir que la corrupción es un aparato tan asentado y organizado que no basta con las ingenuas buenas intenciones de campaña mediática para erradicarla con una medida como la de las camaritas.
Pongámonos por un momento a hablar de uno de los dos lados de la corrupción que casi nadie toca y si lo hace, es de un modo moralista y mojigato.
Hablando de Vialidad y Transporte ¿quién es el corruptor? Resulta que el corruptor es usted y soy yo, el ciudadano común y corriente al que le gusta jugar el papel de víctima pero que sin lugar a dudas es el insumo principal de este aparato.
Todos hemos tenido prisa, todos hemos tenido un mal día y lo reflejamos al conducir, todos cometemos torpezas, todos nos sentimos ases del volante, a todos se nos hace fácil dar una vuelta prohibida, pasar un alto o hacer caso omiso de algún señalamiento. Y casi ninguno tiene a la mano la Ley de Tránsito y Vialidad de Jalisco o sus documentos en regla.
Imagínese el festín para un agente (vulgo, támaro) que simplemente se pasea en moto como tiburón en medio de un cardumen. Seguramente los peces también piensan que el tiburón es malvado.
El támaro no hace más que explotar nuestra ignorancia de las leyes, nuestra güeva de ir a tramitar nuestros papeles, nuestra negativa a salir de nuestra comodidad yendo a perder una mañana en la secretaría y sobre todo, nuestro miedo a la llamada de atención, a que a nuestro vehículo se lo lleven al corralón o nos quiten nuestros papeles. En resumen, explota nuestra necedad de no hacernos responsables de nuestro vehículo ni de nuestra forma de conducirlo.
¿Usted cree que el inofensivo támaro se va a ir a tomar un refresco y a comer una torta ahogada con los 100 pesos que le de por perdonarle pasarse una luz roja del semáforo? ¿De verdad cree que ese dinero es para él?
¿Cuánto dinero cree usted que recauden, digamos en medio día? ¿le gustan $2,500? ¡Todo mundo querría ser támaro!
¿o no?
¿Usted quisiera ser támaro si le dijeran que esos dos mil quinientos pesos se los tuviera que dar completitos a su comandante? ¡claro! Porque si no, se baja usted de la moto y se va a tragar smog al crucero más jodido que encuentre para usted el susodicho comandante, o lo sientan en una bici para que queme esa panza de mariachi que se carga. No, mejor seguir subido en la moto pescando incautos, es más fácil, aunque todos los días encuentre la moto con un par de litros menos de gas que cuando la entregó el día anterior y le tenga que llenar el tanque de su bolsa (habrá que esforzarse y sobrepasar un poco la "cuota" pa' que salga pa' la gas) ¿No le habían puesto bujías nuevas a su moto? ¿si? ¿y dónde están? Si mete usted su moto al taller corre el riesgo de tenerla detenida toda la semana y con eso no poder cubrir la cuota. No, mejor meterla a un taller particular aunque deba pagar una vez más de su propio dinero (¿dije "propio dinero"? jeje). Quizás al final del día quede algo de plata para cenar algo.
¿Se imagina usted porqué a veces los támaros parecen tan implacables?
¿Usted cree que alguno de verdad tenga deseos de no morder?
Póngase ahora por un momento en los zapatos del comandante... vaya, los números que estoy mencionando son al tanteo pero la ecuación es sencilla: La mitad pa'rriba. La cuarta pa'bajo. ¿quién sigue después del comandante? ¿y después? Coja usted altura.
Pobrecitos ¿verdad?
Como el tiburón, no son malos, hacen lo necesario para vivir en su medio.
¿Qué pasaría con los tiburones si se les acabaran los bancos de peces para comer?
Haga un experimento. La próxima vez que se pase un alto, o lo pillen con exceso de velocidad amárrese un güevo y no le dé ni madres de dinero al támaro. Lo único que pasará es que deberá sufrir la sanción correspondiente.
Solo imagine un día (uno), sólo 1 (uno), en el que ningún támaro obtenga nada de los ciudadanos. Piense por un momento lo que le ocurriría al Aparato Completo.
Sólo un día, carajo.
Si usted estudiara un poco el reglamento de tránsito bien podría defenderse con éxito ante cualquier intento de abuso... Si usted se tomara unas horas podría ir a pagar su refrendo al inicio de cada año, su verificación ¿porque no? a todos nos gusta traer afinadito el carro. Saque como es debido su licencia y refréndela cada vez que expire. Si toma no maneje. Cuide su forma de conducir. Hágase responsable de las tarugadas que haga al volante.
Suena fácil, mas no cómodo.
¿No quiere hacerlo? Nos haría un favor a todos dejando de conducir, la verdad.
No sea güevón(a), no sea tont@, deje de ser un buen negocio para estas ratas y entonces podrá exigir.
2 comentarios:
Sr. Dosis para no variarle siempre tiene usted la razón, ojala seamos más conscientes de la importancia de ponernos en nuestro papel como conductores, el evitar rotundamente ser parte del circulo tan corrumpido que de tantas veces nos hemos quejado, la solución es facil... estudiar lo que nos corresponde; los reglamentos, conocer nuestros derechos y dejar de sentirnos amedrentados cuando nuestros finos mordelones nos quieren aplicar una sancion que tambien quien sabe de donde se la sacan, buen articulo y que mejor que lo cumplamos.. SI SEÑOR! SALUDOS!
Gracias por tu comentario Yaimz, hijo mío ¡salud!
Publicar un comentario