lunes, 12 de febrero de 2018

Tiempos de campaña

"He aprendido a no intentar 
convencer a nadie.
El trabajo de convencer es una
falta de respeto, es un intento
de colonización del otro." 
—José Saramago


Hace unos meses, en tiempos navideños, notamos en la oficina la escualidez de algunas de las prestaciones habituales de cada año. Al delegado sindical se le ocurrió decir "Es que el dinero se necesita para las campañas".  Sí, el mismo que cada vez que nos manda un mensaje al grupo de wassap comienza diciendo "Por indicaciones de nuestro secretario general, el Maestro..."

Me pregunto si no le quedará muy dolida la panza después de tamañas arrastradas.

¿Por qué son necesarias las campañas?

Es en serio ¿por qué?

"Hagan de cuenta que están en campaña", decía la Maestra —que ni enseñaba nada—, la directora que tuve en un trabajo anterior, cada vez que encargaba trabajos que atentaban contra el horario establecido y lo razonable, cuando simplemente ordenaba que uno dejara de comer, dejara de salir a una hora decente y se negaba a pagar lo correspondiente. A echar en cara cada minuto que según ella no estaba dedicado en cuerpo y alma al par de pendejos que tiene fotografiados en la pared tras su escritorio. Los veneraba cual si fuera el retratro de María Morales, se les cuadraba y hasta se les santiguaba. Aunque no era un comportamiento nuevo el que yo observaba en ella. Ya lo había visto en personas que creía más inteligentes y con mayor dignidad. Recordarlo me molesta y me sigue sorprendiendo. Muchas veces he pensado en orinarme sobre esos retratos, en bajarlos de su puta pared pedestal y hacer una maldita hogera con ellos. Par de pendejos muy pagados de sí mismos mientras trataban de ocultar la erección que tenían mientras los retrataban y pensaban que mucha gente les estaría haciendo felaciones mentales a sus retratos.

En fin, campaña.

Ya más de una vez me han pedido eso, que la haga de carne de cañón, de infantería y mano de obra gratuita como tanta gente que va y lo hace con la esperanza de que la revolucion les haga justicia y esa justicia viene despues en forma de insultantes prevendas y favores ridículos con la oculta condición de que uno siga rindiendo pleitesía... me da vergüenza recordarlo. Pero no me admira tanto de mí mismo, me asquea recordarlo y más aún pensar en las personas que están plenamente convencidas, que han aceptado por completo el ideal y que están dispuestas a la lambisconería por ello.

Convencimiento... alguna vez José Saramago me enseñó que no hay un acto más invasivo que tratar de convencer a alguien... y yo me siento invadido en tales circunstancias... ¿como puede alguien convencer a otra persona sobre lo que tiene que querer? ¿sobre lo que tiene que creer?

Alguna vez me metí a la sede estatal del partido y no pude evitar recordar a José Martí: "Viví en el monstruo y le conozco las entrañas". Aunque afortunadamente no pasé mucho tiempo allí, sí fue suficiente para asustarme con algunas cosas que vi adentro y que me mostró la clase de cosas que hay en la cabeza de esas personas. Un letrero que decía: "El partido es la patria, y la patria es primero".

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