martes, 22 de mayo de 2018

Día de perros

¿Un día de perros se puede contagiar? Quizás sí, y parece que depende de uno el ser inmune o no a esa mierda..., porque por más que uno esté convencido de que la actitud es lo que cuenta, y en tener todos los huevos y la voluntad de hacer lo mejor de lo mejor con el tiempo que se nos da, uno puede ser contagiado de un día de perros. 

Es fácil mandar a volar a los imbéciles, ¿que si el chofer del camión te dejó tirado? ¿el del banco es un completo idiota? ¿no te surtieron gas? ¿te asaltaron? Pobre gente, quizás la estén pasando peor que uno, quizás sus vidas están vacías y... a la chingada, ni siquiera vale la pena pensar en ello. A otra pinche cosa y sonreir sin hacer preguntas, al fin y al cabo uno se faja solo y puede obtener lo mejor con la mejor actitud. 

Eso. 

Actitud.

Pero ¿qué pasa cuando es la gente a la que uno quiere la que da pa'bajo? ¿cuando uno pone el mejor esfuerzo en ayudar, en estar allí, en dar calor, una sonrisa, poner el hombro para las lágrimas, las orejas para las mentadas de madre o el pecho para los madrazos... en alejarse incluso si lo que se requiere es silencio y distancia...? Y aún así, el día de perros, el mal humor y una visión pesimista del mundo toca a la puerta, amenaza con tirarla a patadas y con invadir, contagiada por aquellos a los que se estima.

Porque cansa, hiere escuchar ciertas cosas que son dichas al calor, en un mal momento, porque duele el silencio, y sobre todo porque duele no poder a veces hacer materialmente lo necesario para que los demás estén bien.

¿Qué se hace cuando el día de perros lo contagia quien uno ama? 

Solo resistir. Sin importar el costo.

Porque eso hacen los idiotas que aman.

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