Manolo Buenrostro (izq), Carlos G. Garibay (centro) y Luis Cisneros (der)
Escribir un libro
es como un orgasmo.
Publicarlo, por otro lado,
es un pedo mundial.
- Diego Moreno Maldonado
es como un orgasmo.
Publicarlo, por otro lado,
es un pedo mundial.
- Diego Moreno Maldonado
Esta aventura ha estado llena de anécdotas que he pensado en registrar. Alguna vez pensé en hacerlo de modo ordenado y cronológico pero creo que eso será difícil, de modo que lo haré conforme me vaya saliendo la inspiración.
Por favor no me pregunten acerca de mis criterios de selección para las personas que elegí para que me acompañaran a presentar mi primer libro, Elvis es un buen tipo. Hay tantas personas importantísimas de un modo que no puedo medir ni clasificar que... vaya, no hay mesa así de grande. Baste saber que mis dos grandes amigos y compañeros de viaje, Luis Cisneros y Manolo Buenrostro estuvieron contemplados desde que comencé a planear en verdad el asunto. Felizmente ellos dos quisieron y pudieron hacerlo y todo fue inmejorable.
Debo agradecer y mencionar a Don Horacio Moreno Maldonado, quien gentilmente accedió también a acudir al evento pero algunos asuntos impostergables con motivo de su salud le impidieron hacerlo. Era importante para mi porque es una de las personas que desde un principio ha servido como guía y referencia para mi. Esto no ha terminado y sigo deseando que me acompañe en las siguientes.
Un par de días antes del evento recibí un buen susto por parte de mis presentadores. Hablé con Luis para confirmar la fecha, hora y lugar y del otro lado de la línea escuché un preocupante ¿el jueves? ¡puta...! si, está bien!. Después, Manolo me dijo que ese dia tendría una conferencia ineludible... y Don Horacio me informó sobre su asunto de salud...
No quería pensar en invitar a nadie más con tan poco tiempo. No me parecía de buen gusto. Algunos buenos amigos a quien con gusto contemplé también ya me habían informado sobre inconvenientes en su agenda y sobre su falta de tablas al hablar en público. Afortunadamente Manolo me confirmó, horas más tarde, su asistencia. Todo bien de nuevo.
Cuando invité a mis presentadores en realidad no me puse a pensar sobre lo que ellos tuvieran que decir, no pensaba aún en un orden de intervención ni en ninguna línea argumental. Simplemente pensaba que lo que fueran a decir estaría bien. Por eso fue sorprendente cuando un par de días antes del evento Manolo me llamó y me leyó todo lo que ya tenía preparado, incluso me sugirió que él interviniera primero. Fue sorpresivo aun y cuando el ya había hablado de escribir un speech. En vista de que Manolo estaba preparándose y hablando del orden, quise ponerme de acuerdo también con Luis y me dijo sencillamente que también estaba preparando algo. Hasta ese momento yo estaba tranquilo porque en el caso de mi intervención, sabía que simplemente iba a dejar que fluyera lo que sentía, pero en realidad yo no había preparado nada. Era un reto. Mis amigos estaban preparando lo que iban a decir y yo simplemente iba a hablar. Estaba listo desde hacía un año. No necesitaba el apunte.
Había un detalle que arreglar también. Había pensado que otro de mis buenos amigos, Gustavo Castro, cuya participación en esta aventura narraré en otro capítulo, hiciera las veces de moderador o presentador. Me parecía el indicado, como anfitrión del lugar. Pero cuando se lo pedí se puso nervioso y declinó la invitación amablemente como los otros amigos a los que el micrófono no les atrae. Pero también me dijo algo que me ayudó mucho pues me dio algo más de seguridad: Tú no necesitas un moderador. Tú puedes moderar. Te he escuchado en las entrevistas que te han hecho en la radio y puedes hacer eso más que bien. Mi nerviosismo ante el evento era solo ante la logística. Hablar en público no me molesta para nada, sin embargo sus palabras fueron más que bienvenidas y hoy las agradezco con afecto.
Alguna vez quizás pueda expresar la sensación de ver a tanta gente esperando a escuchar lo que va uno a decir. Fue distinto a los 15 años de profesor. La vez en que toda la afición técnica de la Arena Jalisco me mostró su dedo medio cuando al centro del cuadrilátero y micrófono en mano me declaré seguidor de los rudos cuando era editor de DSD la Tercera debe de haber servido para curtir el asunto. Saludé y agradecí la asistencia de los que estaban presentes. Procedí a presentar a mis dos acompañantes en el orden acordado y después le cedí la palabra a Manolo.
Fue gratificante ver que la concurrencia estaba poniendo atención e interés a las palabras de mi amigo. Habló sobre las dificultades que como novel e independiente escritor debí de haber pasado para poder publicar y hacer llegar mis letritas a la gente. Mencionó los problemas ocasionados por el déficit de lectura que hay en México y conminó a fomentar la placentera actividad de leer. El primer y merecido aplauso fue para él.
Luis se adentró en los conceptos del género de la novela negra, habló al auditorio sobre la influencia que han tenido estas historias en mi y compartió sin ser revelador algunos textos de mi novela, abriendo con esto, el apetito de los lectores y haciéndose merecedor también del aplauso.
Fabuloso.
Lo único que lamenté fue haberme sentado a presentar mi libro sin un pisto en la mano.
Ya habrá ocasión de hablar sobre lo que yo terminé diciendo. Hoy simplemente haré patente mi agradecimiento a mis dos amigos, que me han acompañado en incontables momentos desde la infancia, la adolescencia, la llegada a la edad adulta y hoy que estamos cerca de los cuarenta. Este fue solamente uno de los primeros pasos, me queda mucha chamba, pero son cosas que he soñado y planeado por años y el que el día de mañana yo pueda decir y recordar que Luis y Manolo me acompañaron en esta mi primer presentación de un libro no tendrá precio.
Gracias a los dos.
Por favor no me pregunten acerca de mis criterios de selección para las personas que elegí para que me acompañaran a presentar mi primer libro, Elvis es un buen tipo. Hay tantas personas importantísimas de un modo que no puedo medir ni clasificar que... vaya, no hay mesa así de grande. Baste saber que mis dos grandes amigos y compañeros de viaje, Luis Cisneros y Manolo Buenrostro estuvieron contemplados desde que comencé a planear en verdad el asunto. Felizmente ellos dos quisieron y pudieron hacerlo y todo fue inmejorable.
Debo agradecer y mencionar a Don Horacio Moreno Maldonado, quien gentilmente accedió también a acudir al evento pero algunos asuntos impostergables con motivo de su salud le impidieron hacerlo. Era importante para mi porque es una de las personas que desde un principio ha servido como guía y referencia para mi. Esto no ha terminado y sigo deseando que me acompañe en las siguientes.
Un par de días antes del evento recibí un buen susto por parte de mis presentadores. Hablé con Luis para confirmar la fecha, hora y lugar y del otro lado de la línea escuché un preocupante ¿el jueves? ¡puta...! si, está bien!. Después, Manolo me dijo que ese dia tendría una conferencia ineludible... y Don Horacio me informó sobre su asunto de salud...
No quería pensar en invitar a nadie más con tan poco tiempo. No me parecía de buen gusto. Algunos buenos amigos a quien con gusto contemplé también ya me habían informado sobre inconvenientes en su agenda y sobre su falta de tablas al hablar en público. Afortunadamente Manolo me confirmó, horas más tarde, su asistencia. Todo bien de nuevo.
Cuando invité a mis presentadores en realidad no me puse a pensar sobre lo que ellos tuvieran que decir, no pensaba aún en un orden de intervención ni en ninguna línea argumental. Simplemente pensaba que lo que fueran a decir estaría bien. Por eso fue sorprendente cuando un par de días antes del evento Manolo me llamó y me leyó todo lo que ya tenía preparado, incluso me sugirió que él interviniera primero. Fue sorpresivo aun y cuando el ya había hablado de escribir un speech. En vista de que Manolo estaba preparándose y hablando del orden, quise ponerme de acuerdo también con Luis y me dijo sencillamente que también estaba preparando algo. Hasta ese momento yo estaba tranquilo porque en el caso de mi intervención, sabía que simplemente iba a dejar que fluyera lo que sentía, pero en realidad yo no había preparado nada. Era un reto. Mis amigos estaban preparando lo que iban a decir y yo simplemente iba a hablar. Estaba listo desde hacía un año. No necesitaba el apunte.
Había un detalle que arreglar también. Había pensado que otro de mis buenos amigos, Gustavo Castro, cuya participación en esta aventura narraré en otro capítulo, hiciera las veces de moderador o presentador. Me parecía el indicado, como anfitrión del lugar. Pero cuando se lo pedí se puso nervioso y declinó la invitación amablemente como los otros amigos a los que el micrófono no les atrae. Pero también me dijo algo que me ayudó mucho pues me dio algo más de seguridad: Tú no necesitas un moderador. Tú puedes moderar. Te he escuchado en las entrevistas que te han hecho en la radio y puedes hacer eso más que bien. Mi nerviosismo ante el evento era solo ante la logística. Hablar en público no me molesta para nada, sin embargo sus palabras fueron más que bienvenidas y hoy las agradezco con afecto.
Alguna vez quizás pueda expresar la sensación de ver a tanta gente esperando a escuchar lo que va uno a decir. Fue distinto a los 15 años de profesor. La vez en que toda la afición técnica de la Arena Jalisco me mostró su dedo medio cuando al centro del cuadrilátero y micrófono en mano me declaré seguidor de los rudos cuando era editor de DSD la Tercera debe de haber servido para curtir el asunto. Saludé y agradecí la asistencia de los que estaban presentes. Procedí a presentar a mis dos acompañantes en el orden acordado y después le cedí la palabra a Manolo.
Fue gratificante ver que la concurrencia estaba poniendo atención e interés a las palabras de mi amigo. Habló sobre las dificultades que como novel e independiente escritor debí de haber pasado para poder publicar y hacer llegar mis letritas a la gente. Mencionó los problemas ocasionados por el déficit de lectura que hay en México y conminó a fomentar la placentera actividad de leer. El primer y merecido aplauso fue para él.
Luis se adentró en los conceptos del género de la novela negra, habló al auditorio sobre la influencia que han tenido estas historias en mi y compartió sin ser revelador algunos textos de mi novela, abriendo con esto, el apetito de los lectores y haciéndose merecedor también del aplauso.
Fabuloso.
Lo único que lamenté fue haberme sentado a presentar mi libro sin un pisto en la mano.
Ya habrá ocasión de hablar sobre lo que yo terminé diciendo. Hoy simplemente haré patente mi agradecimiento a mis dos amigos, que me han acompañado en incontables momentos desde la infancia, la adolescencia, la llegada a la edad adulta y hoy que estamos cerca de los cuarenta. Este fue solamente uno de los primeros pasos, me queda mucha chamba, pero son cosas que he soñado y planeado por años y el que el día de mañana yo pueda decir y recordar que Luis y Manolo me acompañaron en esta mi primer presentación de un libro no tendrá precio.
Gracias a los dos.
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