viernes, 29 de agosto de 2008

El verdadero Email

“Saludos Rogelio. Dicen que si a Roma fueres, haz lo que vieres. Es un buen consejo convenenciero. Sin embargo no creo que implique que si te vas a vivir a Boston tengas que convertirte en aficionado feroz de los nefastos e insufribles equipos deportivos de dicha ciudad. Ya era suficiente estar soportando a los Patriots año con año. Aunque debo reconocer que este año terminaron haciéndome inmensamente feliz, muy feliz. Quien lo diría, y a manos de un pinche equipo Neoyorkino. De los males, el menor.
Estarás contento, cabrón, y pensarás en lo bonita que es la venganza cuando dios la concede. Sobre todo si ésta recae en mis queridos Lakers. Pinches bostonianos, la cobraron cara. De cualquier modo, te mando felicitar y te recuerdo que sobre los Patriots, los Celtics, los Red Sox y pa’ que abroche, también sobre el cabrón equipo de hockey, que no recuerdo cómo se llama, caerá mi maldición y sus miembros no podrán tener relaciones sexuales satisfactorias en toda la temporada.
Quisiera que ahí murieran mis malos pensamientos. Pero la sed de sangre que provoca la derrota no es tan fácil de saciar.
Te mando un abrazo, carnal.
Alejandro
¡Salud!”


Medina sonrió mientras oprimía el botón send. Hacía un par de meses que no le escribía a su viejo compinche Rogelio Zúñiga, quien como es evidente, vive en Boston, Massachusetts. El nuevo campeonato que los Celtics acaban de conseguir sobre los Lakers parecía un buen pretexto para saludar al viejo amigo. Ahora sólo era cuestión de esperar la respuesta. Revisó su agenda. Martes. Es día de escribirle también a Carlos Pascual, de Valencia, España. También un viejo camarada del que ya tenía bastante tiempo sin noticias. –“Estimado Carlos. Recibe un saludo desde Guadalajara…”

La vieja rutina de la escritura de cartas antes de irse a la oficina, como cada tercer día. Al terminar, cerraba sus archivos, apagaba la computadora, pagaba su cuenta y partía caminando hacia el despacho a continuar con sus quehaceres. En un par de días más escribiría más cartas. Acostumbraba llegar a las 8:30 de la mañana al café. La mesa de siempre, la más cercana a la puerta. Le gustaba el aire de la mañana, hasta en invierno, cuando el frío le calaba los dedos y le impedía manipular las teclas de su computadora portátil con destreza, con lo que se veía obligado a utilizar guantes de ésos que dejan descubierta la yema de los dedos. Era la época en la que sus cartas se volvían más breves y lacónicas. De cualquier manera el ambiente era el ideal para él. Doña Isabel, como siempre, le tenía lista su taza con café negro, sin azúcar. – “El buen café no la necesita y el malo no la merece”, pensaba cada vez que se lo servían. El café y el Internet inalámbrico eran dos de las razones por las que había convertido a ese lugar en su favorito para desayunar. Saboreaba su café mientras sacaba la computadora de la maleta y comenzaba a instalarse cómodamente.

Para cuando abría su cuenta de correo ya hasta había encendido su primer cigarro. Vaya, no había nada nuevo. Algunos correos con la Fw al principio, nunca los abría, eran pura basura. Un par de correos de un sitio literario al que estaba suscrito, noticias, lo último de la música rock… pero de sus contactos, nada. Ni hablar, será para la otra. En vía de mientras habría que redactar la correspondencia de hoy. Revisó su archivo y comenzó a tomar nota de sus destinatarios de hoy jueves: Javier Gutiérrez en Lima y Jaime Gámez en Tabasco y comenzó: “Hijo mío, espero que te estés portando bien y que estés aprendiendo nuevos albures. Acá la banda pregunta por ti aunque sabe de sobra que eres de lo más despistado para mantener el contacto. De todos modos he querido darme a la tarea de contarte que estamos todos bien por acá. Las Gordas Peligrosas se han desbandado y quien sabe qué diantres estén haciendo, no han tenido ni la decencia de mandarnos a la chingada. Los compadres, a toda madre, el ahijado igual. Un abrazo. Alejandro.”

El café El Truco abría desde las 8 a.m. La mera frontera entre el café bohemio y la fondita casera más tradicional. Sus dueños, geniales, Don Eduardo y Doña Isabel, bien podrían pasar por los abuelitos de cualquier comensal a causa del apapacho con que trataban a todo mundo. Ubicado sobre la Avenida A a dos cuadras de Laureles era un sitio bastante acogedor en un rumbo por el que el bullicio de Zapopan Centro no afectaba y con buena clientela además. Médicos de la unidad del Seguro Social y del Hospital Valentín Gómez Farías lo habían adoptado como habitual estación para el café mañanero. Clientes fieles que lo mantenían funcionando como es debido y por fortuna, sin llegar a ser un lugar de moda que lo hubiera convertido quizás, en un sitio insufrible. Los sábados, a pesar de lo que pudiera pensarse, son días en los que hay más tranquilidad en el lugar. Mucha gente no trabaja y por lo tanto hay menos materia para ocupar las mesas. Era día de escribirle al Rodrigo Solís Mace, chileno radicado en Venezuela, al Toni Carpentieri Mynock y al buen Alex Mendoza Rebel Recon, ambos venezolanos también avecindados en Venezuela, camaradas a quienes conoció en un sitio en donde se discute acerca de Sci-Fi. Como siempre, les mandó saludos, recuerdos y la mejor de sus vibras. Preguntó por la familia y quiso saber de las últimas novedades de la Legión 501 y de los últimos desfiguros del cabrón motivo por el que tantos de sus compatriotas estén fuera de Venezuela. Send, send y… send. A la oficina una vez más y a todo lo que implique continuar viviendo.

Un buen día llega Mafalda y le pregunta a su mamá:
- “Mamá ¿vos a mi edad tenías amiguitos como los que tengo yo?”
- “Sí hijita, claro que los tuve”
- “¿Y que pasó que no los ves nunca? ¿acaso te peleaste con ellos?”
- “No hija. Lo que sucede es que fuimos creciendo y la vida nos llevó a cada uno por diferentes caminos.”
Mafalda, que siempre encontraba motivo de meditación en cosas que pudieran parecer triviales, pensó un momento en la respuesta que su madre le dio y después, llena de despecho exclamó:
- “¿Y QUIÉN CUERNOS SE CREE LA VIDA QUE ES PARA HACERLE ESAS PORQUERÍAS A LAS PERSONAS?”

El hecho de permitir que una amistad se enfríe es, desde luego, una porquería. Una porquería bastante triste según lo veía Medina. Es por eso que se había hecho el propósito de, en la medida de lo posible, conservar a sus contactos. Escribirles de vez en cuando aunque sea para decirles ¿qué onda? Dar señales de vida. Y se dio cuenta de que el propósito, por noble que fuera no era tan sencillo de mantener. A veces el mismo ritmo frenético del día lo hacía olvidarse de a quién coños tenía que haberle escrito ese día. Es por eso que en cierta ocasión, en lugar de ponerse a escribir cartas, se puso a escribir un archivo, una base de datos en donde registró todos los contactos a los que no frecuentaba, a los que no veía seguido ni coincidía con ellos de manera cotidiana, hasta a los que no conocía en persona y por supuesto, de los que tuviera su dirección de correo electrónico. A cada uno de ellos le asignó de manera aleatoria un número y según el orden en el que fuera cayendo cada número, cada tercer día creaba un correo nuevo y comenzaba: “Estimado y nunca bien ponderado…” Su amigo Jaime Gámez hizo burla del procedimiento y cual princesita de plástico para niña boba (o la niña boba en sí) reclamó: “¿así que a mi me toca que me escribas los jueves?”- “menos mal que no eres mi novia, infeliz” – pensó Medina justificándose con saber que él por lo menos tenía la iniciativa de acordarse de los compas y la decencia de responder su correspondencia. Y hablando de eso, es lunes, está por iniciar junto con la semana laboral una nueva sesión de escritura de misivas y una vez más la bandeja de entrada se encuentra más vacía que cráneo de esbirro de la ley. - “Mierda” – musitó Medina mientras revisaba su registro de contactos para ver a quien escribiría hoy. Su compa Miguel Ángel Hernández, gran compinche pero nunca regresaba las llamadas telefónicas, esperemos que los correos si. Y también su tocayo Alejandro Arévalo, un gran camarada de hace como 30 años. Ambos residentes en la Zona Metropolitana de Guadalajara y sin embargo, tan lejos. – “Un abrazo. Alejandro.”

Para el Medina, el surgimiento del correo electrónico era algo chingoncísimo. Recordaba perfectamente cuando escribía cartas en papel, las metía en el sobre, compraba las estampillas, las llevaba al servicio postal y las metía en el buzón. Correos de México había logrado en Medina lo que el catecismo jamás, pues desde que depositaba sus cartas comenzaba a rezar para que llegaran a su destino, como sea, pero que llegaran. Se le hacía increíble que en un santiamén llegaran al destinatario los mensajes. Pensaba que era una excelente manera de comunicarse aunque el medio se haya visto contaminado con tanta variedad de chingaderas como las dichosas cadenas, los spams que te invitan a que le añadas centímetros a tu miembro y los correos con virus entre otras cosas. Le molestaba en demasía y sobre todo a estas alturas del partido, que sus destinatarios le mandaran correos que decían cosas como FW: urgente, se te caerá el pito si no lo reenvías… en lugar de mandarle algo así como “Yo estoy bien ¿tu que tal? Gracias por tu carta anterior”. El sentimiento de decepción era auténtico cada vez que algún contacto que él había creído medianamente inteligente le mandaba alguna estupidez como “a los chistes les pones forward y a los mensajes del señor les pones delete…, qué malísima onda”, nomás eso faltaba, que en su propia privacidad le quieran endilgar un sentimiento rastrero de culpa.

De modo inmisericorde el buzón continuaba vacío de correos de sus contactos el miércoles. Había pasado más de una semana de que iniciamos el relato y Medina comenzaba a sentirse bastante encabronado con sus destinatarios que no se animaban a dar el paso a remitentes. Esta vez les escribió a algunos de sus ahijados. Ex alumnos con los que llegó a tener un buen cotorreo. A Verito de la Cruz le escribió para preguntarle sobre su embarazo. A Paco Castellanos le mandó preguntar si iba a comprar la horrible pero nueva versión de la camiseta de las Chivas. A Jonatan Ibarra para saber acerca del servidor de música que estaba montando y a Eduardo Pineda para ver si organizaban otra carne asada con pedo. Ese día no lo pasó tan indiferente como los otros pues comenzaba a pensar que tal vez estuviera haciendo algo mal a la hora de oprimir el mentado Send.

Medina no se limitaba a intentar mantener el contacto con la gente a la que de manera, digamos actual, trataba. También buscaba el modo de recuperar la comunicación con amistades de las que hacía tiempo no tenía noticias. Cada vez que se le daba la oportunidad agregaba una nueva dirección de correo a su archivo. De ese modo consiguió el correo de su vieja amiga de la prepa Gaby García, el de su compañera de la generación del equipo de básquet Ana Laura Bravo. Carlos Gómez, Luis Cisneros, Rogelio Escalante y Carolina Cárdenas de la secundaria. Alex García también de la prepa. Juan Manuel Quintero, amigo de la más tierna infancia y oficialmente su más antiguo compa. Anda a la caza del modo de contactarse con otros de quien de plano no tiene noticias como Lalo Rosales, Andrea García, Fernando Sandoval, Gloria García, Mario Ruiz, Javier Arévalo El Camacho quien oficialmente puso su primer cerveza en sus manos, Auxiliadora Hernández y Dulce García entre muchos otros. Medina no quería que le pasara como a la mamá de Mafalda con estas personas. Aunque después de algunas semanas de recibir solamente basura comenzaba a preguntarse si valía la pena el esfuerzo.

Hubo una vez un sujeto al que, como a todo mundo, le llegaron unos correos con imágenes porno. Podría decirse que de una fuente confiable, sin virus. Sus cuates le hacían llegar ese material, sin él pedirlo pero sin queja alguna. Un día, se le ocurrió enviárselo a otro amigo, quien a su vez le comentó a otros amigos y de paso también lo reenvió. Es por eso que el sujeto en cuestión comenzó a hacer del reenvío de correos porno un hábito. Le parecía simpático y gracioso que sus amistades le pidieran, exigieran y hasta recomendaran sus correos. Un buen día, se aburrió de cambiarles el subject a dichos correos, porque le castraba también la FW y se le ocurrió simplificar el asunto y poner solamente La dosis de hoy. Al día siguiente, lo mismo y lo mismo y lo mismo, etc. Fue así como nació el Señor Dosis o el Dosis, a secas. Le hizo mucha gracia, le gustó el personaje. Sin proponérselo, era conocido en el Bajío Mexicano, en casi toda la costa del Pacífico, en Venezuela, Argentina, España, Chile, Florida y Perú. En justa retribución, le comenzaron a llegar más dosis y en bastantes ocasiones, hasta correos de agradecimiento. Ninguna queja, en absoluto. Por cierto, habría que escribirle para agradecerle al Dosis la última remesa que estuvo particularmente chingona. A Medina le parecía en verdad irónico que muchas de esas mismas personas no correspondan de igual modo con un correo que alguien se tomó el tiempo y la molestia de escribirles personalmente a ellos.

Para que después digan que el Internet es impersonal.

En esos días, le escribió a Fernando J. Téllez, un tipo genial, viejo amigo y colega profesor, capaz de contar chistes con efectos de audio incluidos. Amante de los ovnis, los nahuales, el chupacabras y demás productos del delirio colectivo. Le pidió que se reunieran a cafetear para hablar de encuentros cercanos de cualquier tipo. Le escribió al Guerrero Universal, amigo luchador Campeón de Parejas en León Guanajuato, gran sujeto, para ver que tal le estaba yendo en su gira por Veracruz y Chiapas. Mandó unas fotos familiares a sus tíos en Denver, Colorado. Le escribió a su amigo Adrián Aviléz El Guaguarón sólo para darse cuenta de que su correo ya había sido cancelado por falta de uso. A su amiga Gaby Camacho, ex compañera de oficina quien había emigrado buscando mejores horizontes. A casi toda la generación 2003-2007 de Licenciados en Informática para ver que onda con ellos. Y también a pinchemil destinatarios más que a la fecha tampoco han respondido.

De vez en cuando ocurría que la casualidad lo hiciera encontrarse con alguna de esas personas e invariablemente comenzaba a verse hostigado con reclamos del tipo “¿y ese milagro?” o “no te pierdas, cabrón”. Le endilgaban la responsabilidad de mantener el contacto y ninguno era bueno para responder sus cartas o ya de menos coger el celular y mandarle un vil mensaje de esos q dsmadran el lnguaje skrbndo d st pnche modo, mucho menos hablarle o visitarlo.

A Doña Isabel comenzaba a preocuparle el hecho de que Medina se retirara molesto del café. Por unos días creyó que era por el café. Medina se sintió basura cuando la señora le llevó una concha de pan dulce junto a su café, pensó que tal vez ella quisiera soslayar cualquier molestia que se le hubiera causado a un parroquiano tan fiel.
– “¿y este pan Doña Chabelita?” – preguntó humilde.
– “Para que te vayas un poco más contento hoy, mijito”
– “Ay Chabelita, qué pena. Son los desdichados de mis contactos de Internet que no dan señales de vida los que me tienen molesto”
– “Pos yo de esas cosas no entiendo mucho Joven Alejandro. Pero que mal que lo hagan enojar si siempre andaba de buen humor”
– “Tiene razón Chabelita. Hoy no voy ni a abrir mi computadora. A la chingada…”

Esa mañana mejor se la pasó leyendo el periódico.

Después de dos semanas más de contemplar vacía la bandeja de entrada de su buzón y de no haber escrito nada nuevo a nadie comenzó a sentir remordimientos. Tuvo tiempo de sobra en El Truco para meditar acerca de quién cuernos se cree la vida que es. Creía comprender porqué a veces se va uno por diferente camino al de sus compas. No es ningún misterio puesto que la gran mayoría de la gente lo descubre sola. Aunque los caminos sean distintos y vayan para diferente destino el cruce de caminos debería de ser más constante y si en verdad uno hace camino al andar, como dice la canción ¿porqué no ser uno mismo el que provoque esos cruces?

Se sentía molesto aun con sus corresponsales ausentes. Pero también comenzó a cuestionar su propia labor. Por lo menos esa sí la podía corregir. Decidió que debería de continuar haciendo la lucha, aunque la terquedad sea ahora el principal estimulante. Por lo menos ninguno de esos cabrones podrá volver a decirle impunemente “¡que milagro!” sin que Medina lo mande a la chingada y le diga “yo si cumplí”. Pidió una nueva taza de café a Don Eduardo con una pieza del pan dulce al que Doña Isabel lo había aficionado y pensó en la gente a la que debería añadir a su lista. Sacó la computadora de la maleta, la encendió, prendió un Farito y mientras ingresaba al sistema comenzó a meditar en lo que iba a escribir. No vaya a ser que la vida viniera y le hiciera una porquería a él también la muy cabrona.

“Saludos mi Rafa. Hace más de un año que te fuiste pa’l Chile, estás por regresar y no fui bueno para escribir. Habrás de disculpar. Por acá la banda está a toda madre…”


NOTA: Lo anterior está dedicado a toda la gente con la que mantengo correspondencia y contacto de algún otro modo. Exista o no reciprocidad. Para ellos esta vieja imagen del Verdadero Email.



Con afecto, Carlos García Garibay

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