Al margen de lo terribles que son esos acontecimientos me ha llamado la atención un comentario que hiciera el presentador de noticias a quien le escuché inicialmente la nota mencionada. Dijo entre otras cosas que ese tipo de gente que hace disturbios, que se transforma de manera tan peligrosa cuando su equipo deportivo no le da una satisfacción que pierde la dimensión de lo que es un deporte.
No diré de ningún modo que el comentarista no tiene razón en mencionarlo, pero cuando escuché esa frase comencé a reflexionar ¿cuál es, entonces, la dimensión del deporte?. Justamente ayer en la oficina algunos de mis compañeros insinuaron que yo no soy un buen mexicano porque les dije que no quiero ver ningún partido de México en el próximo Mundial de Futbol de Sudáfrica. Según su patriotarómetro hago mal porque no me he ido a comprar la versión más nueva de la playera de la Selección (no tengo ni una) y porque no quiero comprender que esos 11 jugadores (más reservas y cuerpo técnico) están representándome a mí como mexicano en una justa deportiva internacional. Cualquier teórico de la estadística podría decir que si la selección mexicana es la muestra que representa a un universo que en este caso seríamos los demás mexicanos no se estaría haciendo un muestreo objetivo ya que los mexicanos que tenemos la fortuna de tener un trabajo lo hacemos en su mayoría con seriedad y sin ganar la fortuna exorbitante que esos once sujetos cobran por hacer el ridículo y comportarse como divos. Mientras que la otra enorme porción de mexicanos que carecen de empleo estarían más felices y en mejores condiciones si tuvieran un trabajo decente para poder mantener a su familia que si a la selección mexicana le va bien en el mundial como mañosamente pretenden hacer creer las televisoras a la ingenua masa futbolera.
En éstas últimas semanas he ido un par de veces al cine y antes de que inicie la película he tenido que ver los cursis discursos que pusieron a decir a Javier Aguirre (eso le pasa por hocicón) para inflamar el patrioterismo de tercera de quienes ingenuamente creen que México llegará lejos en el mundial. No les ha entrado en la mente que si cada cuatro años México califica al mundial es únicamente por el excelente negocio que representa para la FIFA que miles de mexicanos se desplacen al país sede del mundial a gastar sus dollar$. En eso sí, somos los primeros, en mandar legiones interminables de turistas al shopping internacional, empezando por los 11 tarados que dicen representarme. Ya quisieran jugar con las agallas de un llanero que solamente se ganará unas cervecitas al final del partido.
¿Dónde está, pues, la dimensión del deporte? ¿En los orgiásticos saqueadores que son los dueños del futbol en México? ¿En los representantes que adoptan una postura más elevada a la de los chulos cinturitas que en verdad son? ¿en los futbolistas que se venden de la forma más indigna regalando su sueldo cuando quieren subir a una división más grande, pagando en especie su derecho de piso o besando botines y zapatos según les convenga? ¿No deberían de ser un ejemplo? ¿Está la dimensión del deporte con los entrenadores, eternos mochileros, comparsas del poder de los dueños y de los jugadores en el vestidor? ¿o en el aficionado conformista que todo solapa y que todo consume?
El futbol es un bonito deporte, diversión sana de quienes van y juegan una cascarita y hacen geniales piruetas con el balón (recuerdo al anónimo aficionado que una vez le puso un baile a Cristiano Ronaldo en una sesión de fotos, no creo que él gane millones aunque sí creo que le tenga amor al deporte). O también de quienes disfrutan de un modo sano y moderado de un partido y lo ven como lo que alguna lejana vez dijo el mismo Javier Aguirre cuando parecía ser alguien más humilde: Esto es sólo un pinche juego.
Si México llega lejos en el mundial me dará gusto, cómo no, pero quisiera creer que fue algo justo..., qué le hago, me han vuelto un escéptico.
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