miércoles, 29 de septiembre de 2010

Carne de Cañón IV - Enjuagues

Normalmente la apariencia del Licenciado es impecable. Por lo menos en los términos de etiqueta tan rígidos que en el ámbito político se tienen. Además, no deja de ser un Licenciado en Derecho y no se debe de olvidar la mentalidad tan prejuiciosa que dichos especimenes tienen en materia de vestir. Pero no sólo se trata de la apariencia. Este personaje sabe cómo vestir, cómo moverse y utilizar sus modos para imponer, para dominar su entorno. Algo muy útil cuando se es una persona con poder.

Pero en este momento el Licenciado tiene una apariencia distinta. Las bermudas, la camisa floreada y las sandalias en las que está enfundado y sobre todo, el carrito para compras y el que se encontrarse en el Gigante de Plaza Patria le daban una apariencia invisible. Nadie en lo absoluto le prestaba atención. El pasillo de los vinos es lo suficientemente amplio para permitir el paso de dos carritos. Y el hecho de que el otro carrito esté conducido por otro personaje igual de intrascendente visualmente es algo de lo más normal.

El Licenciado se encontraba tratando de decidir entre una botella de Tequileño y una de Sauza, ambas de a litro, cuando se dirigieron a él.

- Imagino que será para sus invitados menores esa botella que tanto le cuesta elegir, Licenciado.
- No, la verdad es que es para mí. Mi condición no me ha quitado el gusto por los tequilas buenos, bonitos y baratos, pa’ hombres. – Respondió decidiéndose mejor por una de Orendáin que se encontró en el anaquel. – Y si además aprovecho para hacer algunos negocios cuando vengo por ellas, resulta también provechoso su consumo, mi Comandante.

El Comandante completaba su disfraz casual con unas gafas oscuras, aunque los bigotes mantecosos delataban su estado policial.

- Quihúbole Lic, a mi no me gusta venir al súper, ni siquiera para hacer negocios. A mi mujer nunca la acompaño y si se da cuenta que ando viniendo para acá, después lo va a hacer ley. Para esto, prefiero un buen restaurante. O ya de menos una cantina.
- Los negocios son negocios, y si lo que quieres es discreción, no hay mejor lugar. – respondió el Licenciado meneando tristemente la cabeza ante la confesión mandilona de su interlocutor.
- Tiene razón, Lic. A lo que vinimos. ¿Cómo le fue con lo que quedamos?
- Se hizo lo que se tenía que hacer. Su depósito está listo desde hace una hora y la entrega ya va en camino sin el menor contratiempo. – El Licenciado se encontraba ya eligiendo unas latas con abulones, jamón serrano, champiñones y aceitunas para completar el entremés.
- ¿Y lo otro?
- Le encargué la chamba a uno de mis presidentes de prepa. Al del matutino de la Voca. El debe de haber jalado a dos o tres de sus compinches para hacerse acompañar. Me dieron buenas referencias de él, de modo que algo sencillito como eso lo debe de poder hacer bien.
- Pues le tengo noticias. Hoy en la mañana los pescaron. Los detuvo una de mis unidades y en la inspección de rutina se pandearon. Tu presidentito sacó una pistola y cuando vio que sus achichincles no le hicieron jalón la quiso librar solo. Lo cosieron a tiros allí mismo, agarraron a los otros dos y ahora tengo a cuatro elementos en espera de su condecoración por buen cumplimiento de su deber por la detención y además el aseguramiento de los 20 kilos con los que los mandaste. – Informó el Comandante mientras, para no ser menos, se compraba unos quesos hediondos y unas carnes frías. Para el Chivas – Aclas de la tarde van a quedar de pelos con unas chelas, pensó. – Pero no todo está perdido, el carro salió ileso. Me hubiera dolido cualquier rasponcito que le hubieran hecho.
- Bueno, era de esperarse también. Después de todo, esa era la cuota. Hacemos la entrega, yo gano, tú ganas. Tus polis hacen como que trabajan y yo me deshago de lo que demuestra no funcionar bien. Todos contentos.
- Pero te quedaste sin un presidente de prepa. – El Comandante cogió una bolsita de cacahuates japoneses, la abrió y se puso a comérselos mientras continuaban avanzando detrás de sus respectivos carritos.
- Psé, pero no importa demasiado. Si lo vinculo con la contra estudiantil con el expediente que le alteramos, al final sigo ganando. Perjudico la imagen de mis adversarios sin perder demasiado en el camino. No pasa de que ponga otro mono ahí.
- Bueno, eso es asunto suyo, Licenciado. Entonces ¿quedamos bien?
- Todo bien, mi Comandante.
- ¿Puedo contar entonces con usted para el mes que viene?
- Desde luego. Pero recuerde que el mes que viene le toca a usted que caigan elementos de los suyos, también cumpliendo con su deber.

El Comandante asintió con la cabeza mientras se echaba un puñado de cacahuates a la boca y se batía en retirada con su carrito de compras. Se despidió con un gesto. El Licenciado podía seguir paseándose en el súper, a él le valía madres.

FIN

NOTA: Hace algunos años escribí Carne de Cañón con la idea de participar en el concurso de cuento de la revista electrónica palabrasmalditas.net y más que ganar, me interesaban el fogueo y la crítica. No gané; y desconozco si hubo alguna crítica (con un solo juez con más de 200 participantes debe haber estado cabrón). No me gustó en ese sentido la experiencia y espero haber aprendido a prescindir de tales eventos. Sin embargo me divertí mucho escribiéndolo y me he divertido aún más cuando mis amistades me hacen cualquier comentario sobre el texto.

¡Salud y gracias!

Carlos G Garibay

No hay comentarios: