- Ve nomás cómo vienes, desdichado. - Aunque la buena señora ni siquiera levantó la vista de las zanahorias que rebanaba metódicamente sobre una tablita en la mesa de la cocina. Quizás pensaba que si no le hacía un amago de llamada de atención a su marido podría ser tachada de esposa irresponsable. La verdad le valía madres.
El Rulas ni se inmutó. Simplemente continuó mesándose el cabello al más puro estilo de Stan Laurel mientras pasaba de largo junto a su mujer directo al refrigerador para sacar las dos últimas latas de Tecate jalándolas de los anillos de plástico que las unían. Destapó una de ellas. - ¿Me grabaste mujer? - preguntó después de empinarse la mitad de la primer cerveza y soltar un eructo.
La mujer lo miró por primera vez, sus ojos parecían echar fuego, pero después de unos instantes soltó una sonora carcajada. - ¡Claro que te grabé, viejito! ¡Te estábamos esperando! ¡Niños! ¡Ya llegó su papá, vamos a verlo en la tele!
Una horda de seis chiquillos salió corriendo destruyendo todo a su paso, pero eso sí, en riguroso orden de edad, como la Familia Telerín. - ¡Apá, apá! ¡llegó mi apá! - gritaban con alegría. El Rulas sonrió debajo de su abundante mostacho mientras abría los brazos para recibir a su prole. La mujer luchó un momento con la videocasetera mientras los escuincles ocupaban sus respectivos lugares en la salita, algunos en el suelo, otros en alguna raída silla. El más pequeño seguía abrazando al Rulas. La señora oprimió play. El Show de la Barandilla iniciaba mostrando al bigotón padre de familia mentando madres e invitando a toda la raza a una fiesta perrona desde la caja de una patrulla de vialidad que se lo llevaba a observación mientras él finalizaba su intervención lanzando un beso a la cámara y diciendo ¡los amo a todos!
La familia entera aullaba y aplaudía mientras el Rulas, orgulloso, se hinchaba como un pavorreal y le daba un nuevo trago a su cerveza.
El Rulas ni se inmutó. Simplemente continuó mesándose el cabello al más puro estilo de Stan Laurel mientras pasaba de largo junto a su mujer directo al refrigerador para sacar las dos últimas latas de Tecate jalándolas de los anillos de plástico que las unían. Destapó una de ellas. - ¿Me grabaste mujer? - preguntó después de empinarse la mitad de la primer cerveza y soltar un eructo.
La mujer lo miró por primera vez, sus ojos parecían echar fuego, pero después de unos instantes soltó una sonora carcajada. - ¡Claro que te grabé, viejito! ¡Te estábamos esperando! ¡Niños! ¡Ya llegó su papá, vamos a verlo en la tele!
Una horda de seis chiquillos salió corriendo destruyendo todo a su paso, pero eso sí, en riguroso orden de edad, como la Familia Telerín. - ¡Apá, apá! ¡llegó mi apá! - gritaban con alegría. El Rulas sonrió debajo de su abundante mostacho mientras abría los brazos para recibir a su prole. La mujer luchó un momento con la videocasetera mientras los escuincles ocupaban sus respectivos lugares en la salita, algunos en el suelo, otros en alguna raída silla. El más pequeño seguía abrazando al Rulas. La señora oprimió play. El Show de la Barandilla iniciaba mostrando al bigotón padre de familia mentando madres e invitando a toda la raza a una fiesta perrona desde la caja de una patrulla de vialidad que se lo llevaba a observación mientras él finalizaba su intervención lanzando un beso a la cámara y diciendo ¡los amo a todos!
La familia entera aullaba y aplaudía mientras el Rulas, orgulloso, se hinchaba como un pavorreal y le daba un nuevo trago a su cerveza.
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